lunes, 27 de abril de 2015

Notas acerca de la Fotografía V - La Cajita de Tesoros

Se me ha dado en pensar hace unos días, mientras realizaba unas fotografías de paisaje en la soledad y vastedad de la estepa, que la cámara termina siendo algo mucho más allá que tan sólo un instrumento. Se me antoja como una pequeña caja de tesoros (o recuerdos) que uno guarda; de esas que reposan sobre una mesa de luz, o escondida a la vista de todos dentro de un cajón medio roto. Imágenes coleccionables que duran lo que la rutina, el tiempo, el yeite, o el capricho!, hacen de la descarga de esas imágenes al ordenador para su posterior vista, borrado y/o edición, un tesoro olvidado —he allí el único momento en el que fotógrafo "saca fotos"— quiero decir, el momento decisivo de la fotografía ya pasó, mientras nuestra caja de pandora obtura, allí justo en ese instante resplandece el sentimiento en bruto de la fotografía. El mecanismo secuencial posterior a este momento, es un proceso alterno, que pretende una continuación; pero que carece de los sentidos que aunados se evocaron en el momento de la realización de la fotografía. Uno debe entonces, recordar, incluso a través de lo que la misma imagen evoca. Debe dejarse llevar por su propia fotografía, y congeniar con ella para su posterior coquetería —y cosmetología— digital. Luego puede uno recordar quizás, y hasta volver a sentir algo, un atisbo quizás; pero ya no es el mismo: ni el momento, ni uno mismo.


Suelo tener épocas en las que no me interesa sentarme frente al ordenador a ordenar las fotos; épocas en las que la cámara se me antoja nomás como cajita de tesoros. Y voy coleccionando: recuerdos, paisajes, momentos, evocaciones, soledades, luces, sombras, colores, lo que sea que se me antoje coleccionar. Cada tanto le hecho una mirada a mi pequeña y secreta colección a través de la pantalla; pero luego vuelve o a la mochila o arriba del escritorio, porque nunca se sabe en qué momento surgirá la necesidad (o la luz) de realizar una fotografía. Estos azarosos lapsos de tiempo permiten a su vez ir seleccionando las imágenes que a uno como espectador de su propia mirada, no lo satisfacen de la manera en que personalmente deberían; así luego, a la hora finalmente de vaciar la cajita en el ordenador, la tarea se vuelve menos engorrosa. Uno adquiere un gusto así también, por qué no?, y selecciona su trabajo con un criterio un poco más práctico sisequiere. El mal gusto reaparece luego a la hora de fotear, claro. Pero a ese sólo lo conocemos nosotros, nadie muestra lo que no le parece adecuado mostrar fotográficamente.



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