domingo, 24 de mayo de 2015

El día en que jugamos un fulbo con el Pity

Teníamos por aquellos años una banda de rock que no sonaba tan mal, éramos bastante conocidos en la ciudad, aunque nos iban a ver los amigos y algunas cuantas personas más, ya saben, nadie es profeta en su tierra. En esta oportunidad, la banda Intoxicados venía a la ciudad, una banda de Buenos Aires con una buena convocatoria por aquellas épocas. Quien nos contactó, la misma persona que los traía, de movida: le pintaba el místico cada vez que nos hablaba. —que no digan nada, que es secreto, que si hablan capaz que se pincha, etc. Chamuyo, se las daba de empresario rockero y le quedaba mal. A nosotros sólo nos importaba tocar, y era una buena oportunidad para tocar en un lugar grande, para otro público; y nada más.

Tocamos como a las 20:00hs, ya había entrado bastante gente, estaban todas las luces prendidas, y casi ni nos escuchábamos; pero bueno, así son estas cosas de tocar para las bandas de afuera. Lo rescatable de la experiencia vino después.

Estábamos en los camarines después de tocar cuando apareció el guitarrista de la banda y nos saludó muy buena onda. Teníamos algo para beber y él peló un fasito para fumar entre todos; allí nos colgamos conversando un buen rato, buen tipo, Felipe su nombre. Bah, un pibe era, tenía 20 y pico. Al rato cae el bajista. Ya, otra onda, desde la pilcha...y andaba con la novia. Pero también colgó a fumar un poco y la charla prosiguió animadamente. No recuerdo su nombre, a él le preguntamos por el Pity, ya era como muy tarde cuando llegó y lo hizo como si nada. Afuera ya estaba hasta las manos de gente, se los escuchaba cantar, un re buen ambiente.

No tenía ni idea dónde estaba el Pity. Creo que nadie lo sabía. Risas. Es el rock, viste. O el faso que nos había pegado. Mientras esto, escuchamos gritos cerca, un pequeño revuelo: llegó la estrella dijo el bajista con la autoridad que le brindaba su amistad con el tipo. Más risas. Cayó con un abrigo de piel (color violeta creo que era) y pasó derecho para una habitación con el resto de su comitiva. Después ya nos despedimos —hasta después del show, quédense a tomar algo y al cabo de unos minutos salieron a tocar, y nosotros salimos a ver su show.

Cerca del final, volví al sector de camarines. Estaba el tipo este que se las daba de empresario. Le dije que quería ver el resto del show desde el costado del escenario, se hizo un poco el difícil, pero después aflojó. En el último tema, me corre espantado porque la banda iba a bajar.....un boludo importante. Me alejo un poco, me quedo cerca. Ví una escena un tanto bizarra. Que me llenó de tristeza también. Debajo del escenario, el Pity (y el batero) fumaba(n) paco y preguntaba si daba para tocar una más, casi que pedía por favor; cuando la gente afuera estaba al palo. Desorbitado, pero aún así lúcido. Un personaje extraño, muy singular el Pity....(hizo una versión de Creep de Radiohead muy intimista....él solo con la guitarra, genial).

Una vez finalizado todo el show, nosotros seguíamos dando vuelta por la zona de camarines, un pasillo largo y al final un lugar abierto. Allí estaba Intoxicados y todo el grupo de personas que viajaban con ellos. El boludo importante nos decía que nos teníamos que ir, que la banda no quería a nadie allí. Hablaba nervioso y prepotente. Nosotros no nos íbamos a ir. Y no nos fuimos. Hasta nos servimos unas cervezas y conversamos con los plomos, estábamos compartiendo, loco, tan difícil era entenderlo?!, a nadie le importaba nuestra presencia. Cada tanto venía y nos decía que nos tomáramos una más y que nos fuéramos. Como collar de sandías el chabón.

Minutos después llega el Pity. Parecía que se iba a correr el Tour de France. Nos presentaron y conversamos un rato con él. Pero luego, como había unos arcos, se le ocurrió que debíamos hacer un partido de fútbol; entre todos. Éramos como 40. Poco le importó, pidió una pelota y le consiguieron una de básquet, era la única. Mientras sucedía eso, y por enésima vez nos pedían que nos fuéramos, es el mismo Pity quien se mete y pregunta que pasa —es la banda soporte le dice. —Acá no hay banda soporte loco, dice, somos todos iguales. —Y es más, dice, él  y él juegan conmigo, señalando a mi compañero de banda y a mí. No hicimos más que mirarlo nomás al chabón que nos hizo la onda para tocar, pero toda la mala onda después para que nos tomásemos el palo, como diciéndole: qué pelotudo que sos.

Y arrancó el partido de fútbol más bizarro que hayamos jugado alguna vez. Todo el mundo medio pasado ya, un poco de drogas y otro poco de alcohol. Los que estaban en los arcos nunca soltaron el vaso por ejemplo. El Pity estaba enloquecido, las corría a todas, hacía goles...en un momento cabeceó una que casi se mata (recuerden que era una de básquet, imaginen cabecear una como si estuvieran en un corner en la final el mundo). Nos divertimos mucho esa noche. Jugamos un rato más y después ya nos fuimos. Claro que nos acercamos a quien nos rompió las pelotas para irnos, le dimos las gracias por todo, y nos fuimos a un bar, a festejar.

Pero claro, antes nos hicimos una foto con el Pity, para inmortalizar el momento:


viernes, 22 de mayo de 2015

El Polaco Surrealista

Upside Down casi por error, o por accidente. No alcancé a descargar otra película, se me hizo la noche y la encontré abandonada en una carpeta; así que la ví. No tenía (para variar) ninguna idea del guión de la película, sólo había visto algunas imágenes sueltas por la red y me parecieron interesantes. Pero a los 15 minutos, ya estaba anotando en mi celular que la película pecaba de ambiciosa, y no sólo desde lo visual. Que: honestamente, había sido una pena que una idea y una visión así la hayan llevado a cabo (desaprovechado) como fondo de una historia de amor bastante berreta. Que: aún así, habían logrado escenas maravillosas, pero siempre desde lo visual.

Pero...hay un ENORME pero. La chica que protagoniza la película es Kirsten Dunst, una rubia que personalmente adoro; y que está hermosa en todas las escenas, sobre todo por el trabajo de post-producción de la película. Pero (otra vez...pero...es el mismo pero), hete aquí que, en un momento aparece sentada cerca de una ventana, y comienza a sonar........un tango. Sí, señor, tomápavó......un tango.....NADA QUE VER con nada, pero ahí tenés...y la ves a la rubia bailando un tango en una tanguería surrealista, y cantado por el Polaco Goyeneche!.

Yo, simplemente, no lo podía creer!...mirá si no!


Después, poco importó como se desinfla la película, la cara de nada que tiene el protagonista masculino, las idas, las vueltas. Sólo quedó como anécdota olvidable el resto de la misma. Lo destacable fue ese gotán en medio de la película, por días me anduvo dando vueltas en la cabeza la pregunta de que hacía allí ese tango........(¿?)

...hasta que leí, sin querer, que el director..........es argentino. Y claro, todo cierra. 

Y el Polaco Goyeneche es Dios.

lunes, 18 de mayo de 2015

El Dia de los Muertos

Aún recuerdo a un par de amigos en la primaria que tenían la fama bien puesta de osados y revoltosos. Pablo y Darío. Pablo era un rechonchón que hablaba muy rápido y tenía siempre el cabello bien peinado, con gomina; usaba cinto y el pullover dentro del pantalón. Darío era un flaco largo, siempre desalineado, con el cabello siempre revuelto, siempre con más ganas de dormir que de respirar. Se animaban a todo, se peleaban alguna vez a la salida con alguno que se les había hecho el pesado en el recreo. Decían lo que pensaban a todo momento, sin filtro. Incluso durante clase: si se les ocurría algo que hiciera reír a los compañeros, lo decían; para agrado de todos. Eran tipos queribles, además. Si hasta tenían encantadas a algunas profesoras. Fueron ellos quienes cayeron una tarde con la noticia de un descubrimiento increíble...

Cruzando una de las calles de la manzana que ocupaba el predio del colegio, había (y hay) un hospital, el único de la ciudad. Ocupa también el predio de una manzana, y todo el terreno estaba cubierto por árboles. Distribuídas por diferentes sectores habían varias edificaciones todas pertenecientes a distintas áreas del hospital. Una de ellas, y he aquí el descubrimiento de mis compañeros, era la morgue. Nunca supe cómo se habían enterado; pero dijeron que había un ventana, por donde se podía ver a los muertos. Obviamente, nadie les creyó esto último; y nos desafiaron a que a la salida del colegio, fuésemos con ellos, así nos mostraban.

Nos juntamos a la salida. Nos habíamos hecho amigos sobre todo, porque juntos volvíamos caminando a nuestras casas, y solíamos hacer el mismo recorrido. Un poco por la cercanía, y otro poco por acompañarnos. Así fue que cruzamos la calle, caminamos unos metros por entre unos pinos altísimos, que hacían que por donde caminábamos, no hubiera mucha luz. Íbamos en silencio, con una mezcla de miedo y adrenalina. —Allí es, dijo uno de ellos señalando no sólo el lugar, sino la ventana (que estaba entreabierta) por donde se podía ver a los muertos. Había cerca de la pared unos tambores muy grandes, y algunas cajas y otros trastos que me son indescifrables en la memoria. Por allí subimos todos los que esa tarde nos animamos a subir.

La macana era que nomás alcanzabas a estar en puntas de pie, y tras un gran esfuerzo podías asomarte apenas en la ventana entreabierta de la morgue. Por dentro se veía oscuro, y al final, una puerta semiabierta desde donde lo único que se podía apreciar eran unos pies que una sábana blanca no había alcanzado a cubrir. Y su correspondiente etiqueta colgante. La luz blanquecina hacía que luciera tan fantasmagórica la pequeña escena. Recuerdo haber sentido un poco de miedo; el miedo a que ese pie se moviera justo en el momento en que lo estaba observando. No sólo me hubiera muerto del miedo, sino que me hubiera caído y vuelto a morir del golpe.


Volvimos a asomarnos a aquella ventana durante muchas tardes después de aquella, vimos muchos pies pálidos, se convirtió en rutina luego del colegio. Creo que fue el primer contacto con la muerte que tuvimos aquél pequeño grupo de amigos. Siempre tuvimos la esperanza de ver algo más....nunca pasó, hasta que finalmente nos aburrimos; a seis cuadras del hospital, en un kiosco amigo, comenzaron con un concurso de balero. Sí, de balero. Y nos anotamos, y todas las tardes pasábamos a hacer unos tiros. Pero esa es otra historia.

Sacando Chappa

Es extraño hablar de Chappie. En un momento me dije, —es como Robocop, pero al revés. Pero no es para tanto, y ni mucho menos. Si uno ha visto District 9, ya se puede ir dando una idea de la película: es su mismo director, y Chappie resulta una suerte de reencarnación de Wikus. De hecho el mismo actor es quien lo interpreta. Debo decir que la manera futurista de ver a los hampones del film es lo que me desencantó un poco. Son personajes bizarros, casi infantiles. Tras cartón, alrededor de estos tres personajes es por donde se desenvuelve la mayor parte del metraje. Por momentos, me distraía con la manera en que estaba hecho el robot, cómo se movía, sus gestos, su voz.....su actuación, bah. La criatura tiene una enorme elasticidad. Y durante esos momentos, se te escapa una sonrisa. Chappie te cae bien, más que como un niño, es como un cachorrito simpático y entrador. 

La película no se plantea ningún tipo de dilema existencial profundo acerca de la relación de los humanos con las máquinas; o con el desarrollo de la inteligencia artificial. Apenas unas líneas, cuando en un momento Chappie se descontrola, Es bastante austera en ese sentido. Simplemente, es un recurso para desarrollar este extraño guión. En varias escenas, se obvian cuestiones que tal vez merecerían un guiño para un mejor desarrollo de las mismas, pero esto sucede imagino por la edición. Tengo más imaginación que talento para escribir, esto está  al vista.

El niño ya hecho hombre de Slumdog Millionare y la pintoresca cabellera de Hugh Jackman añaden pimienta a la trama, pero no dejan de ser secundarios, aunque sus personajes resultan finalmente creíbles. Al intuir la recta final de la película, uno parece reacomodarse un poco en la silla debido a la acción, pero por momentos creo que se exagera un poco.....hasta fruncir el ceño preguntándose —era necesario eso?.

Tal vez lo mejor de la película, está al final; donde la idea de la consciencia se transluce, donde se pone seria. Yo creo que allí estaba la clave, pero estaríamos hablando de otra película. Aún así, ese giro final, ese golpe de gracia, no te deja indiferente, y genera algún tipo de reacción frente al mismo; dejándote ese gusto en el paladar que durará lo que tenga que durar, hasta dictaminar si la película te ha parecido buena o no.



PD: las antenas de Chappie (y el diseño un poco también) en todo momento, me recordaban a un Varitech.

domingo, 17 de mayo de 2015

Notas acerca de la Fotografía VII - Más allá de la Experiencia

El sentimiento de la fotografía cambia. O el sentimiento hacia la fotografía. Es un amor incondicional pero a la vez tormentoso. Tormentoso no en el oscuro sentido de la palabra, sino por la imprevisibilidad que rige a su condición. Todo siempre al final se arremolina hacia el proceso creativo, el verdadero momento decisivo, el momento donde el ciclo sensorial de la fotografía se cierra. Para luego comenzar todo otra vez. Existe allí la necesidad de una búsqueda por recorrer ese ciclo, de acabarlo, y de volverlo a recorrer, para acabarlo nuevamente, y así. Es el proceso creativo la droga más adictiva para un artista. La exposición de una fotografía es una consecuencia insconsecuente, y casi tanto o más inexplicable que el placer neurálgico de producirla. La exposición es otro tipo de falopa.

He dado cuenta desde hace un breve período de tiempo, de que la fotografía es un medio mucho más importante que ese que se utiliza para canalizar toda ese amasijo de recuerdos, emociones, sensaciones a través de una singular mirada. El deseo de fotografiar es un motor al que le urge el movimiento. 

Teniendo el privilegio de vivir en una geografía donde —la estepa por un lado; y los bosques, lagos, ríos y las montañas por el otro— rodean el minúsculo enclave humano donde vivimos y nos reproducimos a pasos muy rápidos; la fotografía, el sentimiento hacia la fotografía, me empuja a buscar esa naturaleza. Mi proceso creativo encuentra su cénit en lo profundo de la soledad en la que te envuelve la naturaleza. Y cuando me encuentro en ese punto álgido de la gestación de la imagen, encuentro un sentimiento que tal vez no tiene que ver con ningún apéndice fotográfico. Es el placer sublime de sentir. Alegría, tristeza, júbilo, ánimo, arrepentimiento, redención: todo depende de usted. De encontrarse solo en la punta de un risco y contemplar el paisaje en el más absoluto silencio. De sentir que el tiempo se detiene y que la vida es eso mismo que se está sintiendo en ese preciso instante. De sentir los muslos ardientes por la trepada, y los pies cansados de tanto andar. El viento frío que te aplaude la cara o el sol tibio que te acaricia. De ver más allá en la distancia, y pensar: —qué sendero habrá que tomar para ir más allá, para llegar hasta allá?. 



Entonces mientras uno piensa esto, sostiene la cámara en la mano, y ya las fotos han sido hechas; aquellas que atestiguan de alguna manera el momento; han pasado a un plano alternativo; que sigue siendo trascendental, pero que no lo es todo. Lo importante es sentirse vivo mientras uno hace lo que le place, y no hacerlo para sentirse vivo después, cuando eso que le place, es exhibido de alguna forma.

sábado, 16 de mayo de 2015

Con Ojos Grandes

Por lo general, y salvo contadas excepciones, trato de no enterarme mucho acerca de una película que ha despertado en mí deseos de verla —tal vez el tráiler, y nada más Y a veces, ni eso. Me gusta ir descubriendo la trama a medida que va sucediendo. Me gusta sentirme sorprendido, ir hilando las escenas y los diálogos y pergeñando el argumento. Así ha sucedido con Big Eyes; una curiosa e interesante (como insólita) historia, contada cinematográficamente. No hay actores rutilantes ni efectos estrambóticos. Hay la capacidad actoral de sus protagonistas, y el propio desarrollo de la historia hasta su punto culminante. Recuerdo que me llamó mucho la atención el póster de la película:


La simple alusión a la pintura, fue suficiente para mí. Luego, sin el pálido prejucio y sin ningún tipo de expectativa, sólo me dediqué a disfrutar de la película (mi idea de ver cine es como lanzarse al vacío: ver, descubrir, sentir, no programar ninguno de estos tres verbos). Desconocía todo: director, actores, argumento, etc; es decir, sólo vi el cuadro de la niña con los ojos grandes. Hasta el nombre del director lo descubrí recién al final de la película. En fin, un festival de redundancias mi escritura de hoy. 

Ella está encantadora. Él, con un histrionismo que le he visto en otro film, mantiene así en buen ritmo a toda la película. No les puedo contar nada más. Si se la encuentran por allí, véanla con confianza, es entretenida.

En fin.

martes, 12 de mayo de 2015

Alma-zen

De pronto son tan memorables algunas cuadras del barrio cuando hace una hora que ha caído la tarde y las luces lo cubren todo con una atmósfera casi poética de lo pintoresca; mientras he salido de "La Botica", de comprar un poco de pan negro, y el parlante que tiene fuera suena con una música que prescinde de cualquier tipo de descripción en este momento, pero que es fraternal oír y ver como dobla pesadamente por la esquina de Albarracín y saluda a unos changas que beben vino Toro y hablan a carcajadas en ese, su lugar de ahora y me animo a decir: de siempre. Las verdulerías están abiertas, la casa de repuestos —que todos los santos y (¡demonios!) fines de semana le suena la alarma dos o tres veces durante el día, y es realmente molesto— todavía está abierta aunque ya es un poco tarde; la gomería de Germán todavía está abierta. 

Germán está al lado de la pollería Manolito, que tiene parlantes más grandes y siempre que pasás tiene sintonizada una radio donde se escucha más gente hablando que música sonando; que no se todavía si eso es bueno o malo, pero debía decirlo. El tipo que atiende la pollería, cada vez que voy, o me voy, mejor dicho, me dice varón. Allá al lado de la farmacia, en otra cuadra, al que siempre le compro la cerveza, que le falta el dedo meñique de la mano derecha, que ya sabe la cerveza que llevo, así que nomás la saca de la heladera y me pegunta si quiero llevar algo más, te tira: capo. O en su defecto: máster. Hay un carnicero en un mini-mercado de una esquina que se llama justamente La Esquinita que vende absolutamente de todo, y que apenas se puede caminar (de allí lo de mini, imagino) dentro de la cantidad de mercadería a la vista, que cuando hay pocos clientes (porque va mucha gente que no es del barrio, o sea, que viene de cuadras más lejanas) te dice: jefe. Y Belén, la chica de la farmacia, tan flaca y tan bonita y tan Belén, te dice: Negri; y le querés sacar el envoltorio allí nomás. O sea. En fin.



Como ya tengo mi pan negro, vuelvo a casa. La gente que va y viene tiene un ritmo parsimonioso que parece acompasarse con mi imprevistamente agudizado sentido de la percepción, y el murmullo de sus voces llega como el vago recuerdo de un oleaje. A esta hora, todos están volviendo hacia sus casas también, y entran y salen de verdulerías, almacenes, farmacias y pollerías; somos como hormigas en una danza ensayada caóticamente. El clima es apacible, aunque va cayendo la fresca, los horarios se han acabado, llega el tiempo de preparar la cena o de recostarse a ver un poco de televisión, a conversar cómo les ha ido o darse un baño con música de fondo. El humor es diferente, se repira en el aire, la agonía del día es la libertad de los hombres en la noche, la preciosa privacidad de sus vidas, la mejor de sus horas. Y el pan de La Botica, que es tan rico.

lunes, 11 de mayo de 2015

El Lado Salvaje

La evocación hacia la libertad que siempre se logra a través de la estrecha pero abandonada relación del ser humano, y más aún en soledad, con la naturaleza! toca una fibra que nos es inherente a todos, inlcuso (o más) para quienes han nacido y crecido en medio de cualquier urbe, infestada de cemento, tal vez. Wild es una película de viaje en viaje hacia este sentimiento, vivas donde vivas, así hayas crecido en una cabaña en medio del bosque o en el quinto piso de un edificio de veinte pisos rodeado de otros cientos de edificios y todavía sigues allí. Si bien el argumento —que parte de la historia personal de Cheryl Strayed contada en un libro titulado como la película— alude al pasado de la protagonista, he allí la razón de todo; resulta imposible no sentirse contagiado por esa necesidad de salir, de escapar: del pasado, de la automatización, de lo que sea. Sentirse redimido y liberado (por meses, días u horas) de la interminable cadena de ataduras al mundo moderno, sentirse vulnerable y efímero ante la vastedad o espesura de la naturaleza. El (tarde o temprano) real descubrimiento de la humildad, de bastarnos a veces tan sólo el alma para ser felices. El desapego de ciertas necesidades que nos son tan plásticamente innecesarias. El contacto con la naturaleza tiene la capacidad de deshacerte, o de volverte a hacer como siempre fuiste; depende como se lo quiera ver. Pueden servir los 4000km que recorre Cheryl (caracterizada por Reese Witherspoon, a quién yo tenía de papeles bastante ordinarios) como así también descubrir un paisaje majestuoso tras unas pocas horas de caminata. Ver esta película debería ponernos a pensar —y hablo sabiendo de lo inoportunas que suelen ser las geografías en las que nos encontramos y las indescifrables vidas que llevamos— hace cuánto?! no tenemos un contacto con la naturaleza de nosotros mismos a través de la naturaleza.....


....piénselo, antes y después de ver la película.
Y vaya organizando algo....




viernes, 8 de mayo de 2015

Metraje Surrealista

Siguiendo la recomendación de un usuario colega de cierta página nefasta,
bajé y ví The Frame.


Como suele suceder con algunas recomendaciones de desconocidos, con los cuales uno guarda una cierta pero extraña confianza con lo que, justamente, suelen recomendar: me adentré a la reproducción de esta película sin tener ni la más puta idea de qué la iba. Alguien dijo que el director Jamin Winans también había hecho Ink, otra película que alguna vez bajé, y quedó olvidada entre decenas de películas, debajo del televisor, coleccionando polvo (creo que es hora de desempolvarla, definitivamente).

The Frame es una pequeña gran obra maestra, una muestra de que se puede hacer cine con pocos recursos (o sea, lejos de las millonarias producciones hollywoodenses que se acostumbran a ver), y con mucha imaginación —sobre todo—. Es, una película surrealista. Una experiencia visual (y argumental) que no los dejará indiferentes, es imposible; aunque en la mitad dejen de verla, si acaso tienen esa osadía, bellacos!.

No les diré de qué se trata (es cine dentro de cine, es esa su realidad), es mejor ir dándose cuenta (o no) de esto mientras observan la película, y se dejan llevar por ella. Diré, sólo por el vicio de escribir algunas líneas más para hacer un poco más extensa esta entrada que los dos protagonistas...........


.............no, mejor no. mejor les dejo saben qué?, un fragmento de un diálogo:

Y al final...
Todo lo que queda es
el hombre y el diablo...
Atrapados en la
creación del escritor.
Fue ahí cuando el hombre se
da cuenta, que no era hombre,
sino una cosa...
escrita...
por un dios malévolo.

Si pueden, véanla; vean otro tipo de películas. La creatividad es una fuerza que expresada a través del séptimo arte, resulta embriagadora. Espero que el tráiler les traiga ese desconcierto que muchas veces se transforma en curiosa necesidad de saciar el mismo desconcierto, y la misma curiosidad.


jueves, 7 de mayo de 2015

Sexto, Séptimo

Todo se va sub-encuadrando, indefinidamente, como si se fuera haciendo una suerte de zoom infinito, pero al revés. Partamos de este mismo momento, en que usted tal vez está sentado leyendo esto que yo escribo también sentado, aprovechémoslo. Fíjese que cualquiera que sea su sitio predilecto en la internet, si usted visita sólo ese, desaprovecha todo el amplio margen que la red provee. Luego, si usted, por ejemplo, pasa a su vez demasiado tiempo frente a la computadora, podrá ser presa fácil de un proceso de alienación que resultará a la larga dañino para su persona. Y así, si usted pasa mucho tiempo sin salir de su casa, es probable que cultive inconscientemente un sedentarismo que también resultará dañino. Lo esencial, creo yo, para estos tiempos que corren, es concentrarse en desarrollar seriamente el sentido del equilibrio, tal vez el sexto sentido, o el séptimo, no se por cual vamos los humanos, porque la intuición, por ejemplo.


En fin, creo que usted  me entiende....

martes, 5 de mayo de 2015

Intrascendencia Celular

Esos momentos en que uno se las da de clarividente, no por la capacidad de ver el futuro exactamente —una práctica de embusteros, y una idea terrible si fuera posible— sino por tener intespestivamente y por espacios ínfimos de tiempo una suerte de epifanía respecto de cuestiones que son decididamente intrascendentes para ésta y todas las vidas. Por este motivo, tengo guardados en la carpeta de mensajería del sistema operativo de mi celular, un cantidad considerable de borradores donde hago gala de esta rara clarividencia insustancial. El hábito (mutado en necesidad) de plasmar la escritura en cualquiera de sus formas está íntimamente ligado esta rutinaria praxis, que es un ejercicio cerebral además, una forma de mantenerse activo mentalmente, ya saben que el pensamiento es un músculo que hay que trabajar y estimular; y sin dejar nunca de mencionar, como lo hice varias líneas atrás, el aspecto intrascendente de todo este binomio de prácticas.

Recurro al celular por la practicidad del mismo, una gran herramienta tecnológica para este fin en estos tiempos. Entonces cuando escribo guardo también la esperanza de poder desarrollar después toda una idea en derredor de un conglomerado irracional de unos pocos caracteres. Citaré textualmente algunos ejemplos:

"Cuando uno duerme poco, suele soñar mucho 
o pensar demasiado, 
qué sería como el hermano siamés 
de un eterno estado de semi-inconsciencia"

"El mayor padecimiento del poder político es la miopía"

"Miedo tenemos todos, porque todos somos iguales; 
lo que nos diferencia en tal caso, 
haciéndonos del todo humanos, 
es cómo cada uno enfrenta a su propio miedo" 

"Yo veo y pienso que en algunos programas de televisión, 
se confunde la libertad de prensa 
con la impunidad mediática"

"El fútbol es de un debate entre lo físico y lo mental. 
Constante, efervescente; donde el corazón 
suele ser el conciliador perfecto,
cuando todos los argumentos simplemente fracasan,
 o cobran justo sentido"

Con los cuales, como se ve, la única idea que he logrado desarrollar es escribir esta entrada sobre el no-desarrollo de ideas; lo cual puede ser y sonar desesperanzador, pero aún así, disfruto enormemente el amontonar todas estas líneas aquí.


lunes, 4 de mayo de 2015

Notas acerca de la Fotografía VI - La Emointuición

Lo primero que uno ve cuando tiene ante sus ojos una fotografía a realizar, no lo ve, sino que en realidad lo siente.

La fotografía se manifiesta como una energía, una atracción irresistible. Es, desde ya, una tarea dificultosa para cualquiera que intente describirla con palabras. Aún así: es azarosa, de manera directamente proporcional a la cantidad de fotógrafos que existen en el mundo; y esa energía, producto de ese azar, puede manifestarse en diversas intensidades según el momento en el cual el fotógrafo asume que ha encontrado finalmente la fotografía en la cual así se demuestra ese momento. El ejercicio de la fotografía puede llevar el tiempo que uno tiene y/o ha elegido para llevar a cabo tan maravillosa tarea (y debemos prescindir aquí de aquellos que hacen de la fotografía una actividad laboral, durante los cuales se les exige cierta capacidad de atención que en otras oportunidades resultaría tal vez contraproducente); y durante este tiempo, el desenvolvimiento de tal expresión es diferente en cada caso en específico. El fotógrafo, como hemos dicho en otras oportunidades, establece una relación con el entorno: la calle, la naturaleza, el estudio, donde sea que se encuentre desarrollándose; y puede que necesite natural e inconscientemente un período de adaptación al mismo. La duración (y evolución) de este período es una variable que depende pura y exclusivamente de factores que son menester de la animosidad del momento, hasta que el vínculo se aprehende y se manifiesta a su vez en un incremento del grado de percepción de la persona.

La intuición es la brújula del momento. Y uno entra en un estado de éxtasis, en otro estado de conciencia: la conciencia fotográfica, hermanada inevitablemente con el sentimiento de satisfacción que produce la fotografía, esa dicha inexplicable. No debe haber nada más provechoso en esos dichosos casos que dejarse llevar por ese estado, por ese sentir que no se puede expresar en palabras, y aunar ojo, mente y corazón en pos de ser parte viva de lo que está experimentando fotográficamente; de sentirse privilegiado por (y valga la tamaña redundancia) sentir la emoción que produce la construcción de una imagen; de finalmente, como ente creativo, dejar impresa esa emoción, a través de la mirada.