martes, 28 de abril de 2015

Contratiempos

El tiempo es una ilusión que compartimos como un acuerdo tácito y lúcido entre todos los mortales. El horario nos rige. Las horas nos imprimen incluso distancias. El vértigo cotidiano de las responsabilidades está a su vez superditado al implacable trazado de la totalidad diaria de los minutos. El tiempo es, en definitiva, una ilusión que la mayoría del tiempo, no nos alcanza. Y cuando ciertos eventos imprevistos se producen en la cotidianeidad del desarrollo de dicha ilusión, y súbitamente consumen minutos  o segundos como si fueran fuerzas con entidades propias, dispuestas allí con una feroz e inevitable voracidad...., esas circunstancias suelen ser sumamente irritantes. Son como el estado REM —pero a la inversa— de la ilusoria sensación del tiempo, son: los contratiempos. Es difícil catalogarlos, clasificarlos o encasillarlos para referirse a ellos con cierta síntesis; porque, como dijimos, son fuerzas con entidades propias, y que se ajustan además, convenientemente a cada rutina en particular. Basta con emprender una acción cotidiana cualquiera, en el más recóndito momento de nuestro día, para que el contratiempo despliegue su telaraña perversa y nos aprisione por vaya a saber —paradójicamente— cuánto tiempo....!. Y la razón se nubla y la sangre nos cuece el alma, y lanzamos improperios a la galaxia, adjudicando culpas insensatas a una inmensa nada y no nos importa si nos oye cualquiera, como cuando estás escribiendo en la computadora, y no va y se te apaga la luz, laputaquelosremilparió!.



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