miércoles, 25 de febrero de 2015

Sadismo



Una mujer junto a su marido se tiran en paracaídas. En los primeros minutos, están muy cerca, y mediante un breve e improvisado sistema de señas, corroboran que todo está en orden; entonces el marido se aleja para abrir su paracaídas a una distancia considerable, para no enredarse con el paracaídas de ella. La pierde de vista en la maniobra y cuando la vuelve a ver, observa aterrorizado cómo ella gira sobre su eje peligrosamente. Se desespera, le grita que active los frenos, la mujer le grita que no funcionan. Desconozco si se escuchan, pero se que se gritan, instintivamente. Siguen cayendo, ella girando en espiral. El marido entonces, con toda su angustiosa impotencia se hace la siguiente pregunta: —por qué Dios le está haciendo esto?—.


La mujer sigue cayendo, el suelo está cada vez más cerca. Al girar con tanta fuerza y con tanta velocidad,  se cortan las sujeciones del paracaídas y lo pierde. Activa el paracaídas de respuesto, pero tiene un par de cuerdas enredadas y no pude desplegarse en su totalidad. El marido intenta acercarse a ella, sabiendo que aún cuando la alcance, sus paracaídas podrían enredarse con el de ella, y todo podría ser tal vez peor. O no, pero de todos modos, no lo hace. Observa la superficie del suelo, con las últimas esperanzas; calcula las (pocas) posibilidades de supervivencia. Entonces dice: —Dios, sálvala!. 


La mujer finalmente cae en una zona residencial, evitando el pavimento de un estacionamiento cercano que el marido había podido dar cuenta antes. Se rompe toda literalmente, pero está viva. Ya en el hospital, desesperado e intentando mantener el juicio, espera lo peor, obviamente. Y tras varias horas, un doctor sale y le anuncia: no sólo que no ha muerto, sino que en los exámenes de sangre, dió como resultado que está embarazada de 2 semanas. No lo puede creer. 

  Luego de varios meses e innumerables operaciones, la mujer —cuya reconstrucción del rostro, fracturado casi en su totalidad, estiman en 250.000 dólares; sin contar la pelvis fracturada en tres partes, más su piernas, más otras fracturas— está recuperada totalmente; con su pequeña hija, en perfecto estado de salud también. 
 


Y yo me quedo pensando, preguntándome por qué pensó él que Dios le estaba haciendo eso a su mujer?. E instantes después, a ese mismo Dios, le pide que la salve?. Pienso que la fe funciona de maneras muy extrañas en los seres humanos. Porque si ese Dios primero le hace eso a su mujer, y luego la salva, para mí ese Dios, es un tanto sádico.

La Futbolización del Pensamiento

En la sobremesa de un asado. En el post-partido del fulbito. En reuniones festivas. En otras ocasiones (que escapan de mi inteligencia)...., las opiniones se vierten de manera cansina, sobre los más variados y/o álgidos temas de la actualidad. Yo les señalaba a unos compañeros de esas opiniones que hace años atrás —y no muchos— estar conversando sobre ciertas cuestiones del hoy (porque en otras épocas, también fue posible la discusión y el derroche de sensaciones) era inimaginable. Todo el ambiente que yo conozco se ha politizado, y cuando esgrimo la palabra política, inmediatamente debo remitirme a Aristóteles y a la etimología de dicha palabra: el hombre es un "zóon politikón", es un animal social, que vive en un estado o ciudad sujeto a leyes elaboradas por la razón y gracias a la capacidad lingüística y moral de los hombres. Y que en consecuencia, todos los asuntos del Estado son asuntos de todos los ciudadanos, es decir, de los habitantes de la ciudad con poder civil. En fin, la etimología es maravillosa. Pero cuando digo que se ha politizado el ambiente en el cual me muevo, no miento, y así retomo: personas con las cuales uno ha compartido muchas experiencias, de pronto se muestran a través de su pensamiento político, de una manera que no vimos jamás. Es un ser pensante!. Y no lo digo en broma (aunque la gastada podría ganarse algunas risas).

Entonces busco, mientras converso los escucho; comienzo a escudriñar como si de un árbol genealógico se tratara, la estructura desde donde se contruye un pensamiento expresado en palabras. Indago en esas palabras que se usan, en cómo se usan. El lenguaje como expresión. Lo hago porque al cabo de algunos minutos, y dependiendo de la cuestión que se esté tratando; alguien dirá que lo que el otro piensa, está mal. Y no sólo eso, sino que además de asegurar que está mal lo que dice (y por ende lo que piensa), lo que él mismo dice, es la verdad. Es hasta infantil a veces, frustrante. Ambos están seguros que el otro está errado. Es la futbolización del pensamiento. Tu equipo es una bosta, estás del otro lado, sos mi enemigo futbolístico, y en definitiva, político.

 Cómo llegamos a esto?. Importándonos la realidad que percibimos mediáticamente. Porque nosotros —quien suscribe y mis compañeros de opiniones— no palpamos la realidad que se exhibe a través de los medios, como si esa sóla realidad fuera la que se vive en todas las regiones del país. Todos vivimos realidades distintas, hasta los precios son distintos (porque al final, muchas cuestiones terminan tristemente en la guita...); pero el pensamiento se instala y nos hace argentinos, nos hace pensar como argentinos (y viceversa). Hay casi una cuestión filosófica después de la tercera cerveza que hace preguntarme de dónde se proveen los medios (de información) para elucubrar una opinión. A estas alturas de la vida política y social de este país,  considero importante esta indagación, y no por considerar un medio u otro como bosteros y gallinas, leprosos o canallas o del ciclón o del globito, no; sino porque tengo la impresión de que si te provees de un sólo medio, la construcción de un pensamiento es a medias, es una falla de construcción. 

Hoy tenemos la internet, el lugar de los que no tienen ni les dan voz en la televisión (la vedette de la opinión pública); existe desde allí la pluralidad de voces. Un ejemplo burdo: yo aquí escribiendo con la falsa esperanza de que alguien me lea, pero escribiendo igual, desde la cuestión filosófica post-cerveza. En internet vas a encontrar seguramente la información que sale a través de las habituales vías de información, y que por tal motivo, es información sacralizada. Es decir, porque lo dijeron en la tele, lo escuché en la radio, fijate, está ahí escrito en el diario, entonces es verdad. Es LA verdad. Los medios no mienten. No?. Asi piensan muchos que conozco. Pero también, en la red puedes encontrarte con opiniones que difieren mucho de lo que habitualmente se escucha estratégicamente en los medios. Hay otras verdades. Hay que investigar, claro. Y tener una computadora, e internet. Y tiempo. Y ganas de saber más, la lista es larga. Y si no se tiene algunas de las premisas que acabo de señalar; y la información es transmitida como verdad y no como información (vale aclararlo, me parece); entonces uno piensa como quienes transmiten esa información piensan. O quieren que pienses. 

Quiero decir, todos tenemos derechos a pensar como se nos cante; pero debemos tener la obligación —y no sólo como derecho— el informarnos debidamente con la mayor cantidad de fuentes que nos sean posibles. Hoy por hoy, esas fuentes están a nuestra disposición. Y mientras más sepamos, más seguros estaremos de pensar lo que pensamos, porque habrá sido un pensamiento construído desde diferentes bases. De lo contrario, surgen los enfrentamientos, las banderías. Y pensar distinto se vuelve casi un error. Y mientras más enfrentados nos encontremos, rehenes de nuestra propia ignorancia; más compleja será la realidad que les dejemos a nuestros hijos. Mucho ha cambiado, mucho se ha politizado. Adecuarse a los tiempos que corren significa interiorizarse, no tocar de oído. Ahora sí, cambiate que entras, pibe; a romperla, eh!.

Todos los Ados Lindos

Sabés?, nunca me había subido a un avión en toda mi vida, siempre que viajé, lo hice en bondi; y ni siquiera tanto. Un par de viajes a Buenos Aires, de noche, con mucha lluvia, colgado mirando la ventanilla y cómo la doble línea amarilla a mi izquierda, desaparecía debajo del bondi peligrosamente, y a mucha velocidad. Escuchaba música, disfrutaba ceremoniosa y pausadamente las latitas de Quilmes (cuando la Quilmes era rica) que compraba cada vez que el bondi paraba. Leía el libro de turno, jamás pude o supe cómo carajos dormir mientras viajaba. En realidad viajar….me despertaba; pensaba boooocha. Y a mí que me gusta mucho pensar —aunque a veces confieso me torture un poco—. En qué pensaba?. Queseyó, en todo; como cuando no te podés dormir. A veces escribía, sabés?. Boludeces. Como ahora, que escribo que nunca me había subido a un avión en toda mi vida. Y de pronto en 24hs me subí y me bajé de 3. 

Y sigo pensando lo mismo que pensaba cuando los veía listo para embarcar: cómo hacen para levantar vuelo estos bichos?, preguntas que me hago como si google no existiera, buscá vos después si tenes ganas. Y más después: estás adentro. Y al ratón comienza a acelerar. Nunca había experimentado tal velocidad. Me resultó fascinante —qué querés que te diga?— tenía la sonrisa dibujada de par en par. Si hasta miraba hacia los costados esperando encontrar una sonrisa igual, cómplice. Pero nop, se ve que nadie volaba por primera vez. Me sentí un privilegiado. Experimentando algo por primera vez. Si te ponés a pensar, cuándo fue la última vez que experimentaste algo nuevo vos?. Pensalo.

Volví mi mirada hacia la ventanilla, mientras el avión levantaba por fin vuelo, y la sonrisa se me hacía cada vez grande. Casi como un reflejo, busqué asociar la sensación; y me recordé impulsándome en alguna hamaca mientras. En silencio, gritaba de la emoción, un iuju! (a lo Homero Simpson), de esos que se te escapan, mentalmente. Como esa cosa que se te hace en la panza cuando después el avión se estabiliza, también. Luego el bip de los cinturones, y todo el mundo que parece ponerse en modo automático, relajándose (vaya paradoja).Yo los sigo mirando, sabés?. Hecho un torpe, inocente e incrédulo guasón. Y sigo mirando por la ventanilla. Fascinado, asombrado, maravillado. Y todos los ados lindos que se te ocurran.

Croto-Humanos

“Otros humanos a su debido tiempo serán quienes deberán pensarnos y estudiarnos, a nosotros aquí en los albores del siglo XXI, frágiles y exquisitas muestras de modelos de comportamiento humano en una época tan incisiva de nuestra era; en estos tiempos donde la tecnología nos permite tener el conocimiento de tanto que sucede a través del mundo entero, incluso, en este mismo instante. Un tanto que se vuelve otro tanto difícil de describir, una red de información que nos hace estar en contacto con otros seres humanos a millones de km, pero sentirlos muy cercanos; una terminal y otra terminal y otra; un sistema tan digital como nervioso y venéreo. 
Con la posibilidad de compartir todo lo que vemos y leemos u oímos a través de esa red interminable. Lo que colectivamente en la televisión suena peligroso, a través de una red de información propia de todos, puede traer resultados auspiciosos, si se lo utiliza con un fin, valga la redundancia, útil. Si la televisión elige qué mostrarnos, qué contarnos, y la manera en contarnos eso que nos muestra; una red virtual de información puede permitirnos sacar a la luz todo aquello que quienes se limitan a creer como único y válido de lo que sucede fuera de sus ordinarias vidas. Mostrar sobre lo que supuestamente no sucede a la mayor cantidad de gente posible, una revolución digital contra la intransigencia de la información, y los medios que la reproducen a su antojo. E intereses. Entretener. Distraer.

 Pero conlleva un peligro inminente dentro, como un virus. Posee altas probabilidades de infección, una infección que se traduce rápidamente en enfermedad, y a esa enfermedad, esos otros seres humanos que a su debido tiempo nos estarán pensando 
y estudiando podrán haberle puesto un nombre sofisticado tal vez para llamarla, pero esa enfermedad es trágicamente sencilla de reconocer, es una adicción. Que nos devasta, alienándonos aún más, añade al régimen diario de vertiginización; un veneno más. Estamos expuestos al mismo tiempo en este cambio teconológico y humano a una liberación personal nunca antes experimentada; pero que nos aísla como nunca otra experiencia ha aislado jamás al ser humano.”

Todo se Enrieda

Todo se enrieda. Hasta las letras. En las palabras, ya ve: enrieda. Dónde vivirán esas palabras que no están del todo seguro y escritas en la memoria o en la razón o en la lápida de todo nuestro aprendizaje?. Yo, obviamente, no lo se. Pero sí se que hay palabras que suenan mejor así, erráticas, mal dichas. O ha de ser que somos tan brutos y estamos rodeados de otros tantos brutos; y la repetición de una brutalidad como enrieda nos suena como el sonido que suena cuando algo que suena de esa cierta y única manera le dice a usted que ese mismo algo, funciona bien; una cuestión mecánica, si se me permite. En fin, como ve, me voy enredando, a propósito! —podrá pensar aquél lector analista; pero no, no es una cuestión de intencionalidad; nada aquí brilla por su ingenio y/u originalidad; no hace falta siquiera que haya malgastado esta línea escribiendo esta torpe explicación. Lo que quiero decir en realidad es que todo se enreda. Los cables, por ejemplo. En ocasiones, el alambre. Los pensamientos, también, cuando no se puede dormir. El hilo de pescar, otro. La vida. 

De los enredos que más odio, es el de los cables. Puedo putear muchísimo; tiendo a pensar que el —o los— cables tienen, por supuesto y con la mayor de las certezas, vida propia. Y que esa vida propia tan de ellos, no tiene otro propósito que el de joder la mía. El problema con algunos es que son innecesariamente largos. Y los lugares pequeños donde se acostumbran a ser guardados, no colaboran para nada. De hecho, todo lo contrario. Pero, no los quiero engañar engañándome, somos nosotros quienes guardamos esos inncesariamente largos cables en esos pequeños lugares. O, la forma en que los guardamos, quiero decir. Pero no, malditos cables!, yo no tengo la culpa!; es mejor que ustedes la tengan, para así yo librarme de ella, y ser feliz puteando.

Yo se que allí dentro, en el bolsillo, por ejemplo, cobran esa vida que les digo, y serpentean murmurando y sonriendo maliciosamente, para que cuando llegue el momento en que los necesite (coincidirán conmigo en que sabemos de qué cables estamos hablando ya, no?) y meta la mano en el bolsillo, lo que saque de allí no sea más que un problema, un dilema de magnitudes dantescas, una embestida contra mi bienestar moral y espiritual, un atentado contra la paz reinante de mi cotidianeidad. Y el malhumor me gane, y el odio crezca, y me sienta obnubilado, y en el medio del

vano intento por desenredarlos se me crucen pensamientos que no debo tener, entonces lo que se me enriedan son esos pensamientos, y las letras, en las palabras. Y más culpa tiene los cables porque yo no he podido concebir forma alguna de que esto no me suceda cada vez que me sucede, sistemáticamente. Y pienso que no he podido porque soy un bruto, pero inmediatamente me siento iluminado ante esta revelación; y siento que la próxima vez los guardaré de manera tal que no se enreden (o enrieden?)….., ….pero me gana la angustia por ser tan así (tan así cómo?), tan poco ideador de ideas que no me compliquen la vida. 

Y la angustia va incrementándose, de manera proporcional al tiempo en que no puedo todavía desenrollar el cable para por fin poder escuchar mi bendita música; me hace pensar (la angustia) que no sólo me faltan las ideas, sino que además de bruto, soy un completo inútil. Sigo caminando además, porque no puedo concebir la idea de perder el tiempo deteniéndome a hacerlo con mayor lucidez y razonable tranquilidad, no; en ese preciso momento, carezco de ambas. Me siento de pronto, un ser inferior. Deliberadamente además, alcanzo a dilucidar todo esto en el enriedo de mis pensamientos.

Los Lunes

Los lunes. Los lunes arrancan el domingo a la noche, cuando ya te fuiste a acostar, cuando te estás por dormir, durante esa lenta y sabrosa muerte nocturna, cuando toda la película del día surca el firmamento estelar de tu memoria (o no); y continúa probablemente con la posible secuela dramática del día siguiente. Capaz te hacés mala sangre; porque hay gente a la cual no le gustan los lunes. Capaz no. Yo escribo ahora porque no tengo lunes Y?, bueno, no se, digo,…..que……no ha sido esto así desde siempre, alguna vez mi vida tuvo que ver (léase lidiar) con la púber y febril práctica del estudio, y debí levantarme cada lunes a regañadientes, como todos (cosa que nunca sirvió pensar como alivio). Luego, cuando la libertad acaba y el dinero comienza a trazar los horizontes de los sueños, ni mis días ni mis horarios laborales tenían (ni tienen aún) algo que ver con la media del huso horario o diario laboral, por lo que, como dije, entonces, yo no tengo lunes. O sí tengo lunes, pero el lunes puede ser un jueves, o un sábado, y hasta un domingo; como sea, jamás se siente como el lunes de otros. Ni siquiera cuando mis lunes caen un lunes.

Todas las adjetividades de hastío con las que se lo puede distinguir a este tan particular día, tendrán su origen y pronunciamiento en la obligación, el deber —sin lugar a dudas— de tener (subrayo) que levantarse temprano para ir a los lugares que acostumbran a ir todos los malditos lunes (asumo de pronto la maldición como una cuestión empática, y el gusto azaroso de maldecir cada tanto). Porque es la pérdida semanal de la libertad. Es el tener que, es la conjunción de los males necesarios, el cénit de todas las angustias domesticadas. Y por qué? Supongo que, el lunes a la mañana es el momento superditado a que se active nuestro mecanismo de automatización, y con lo poco o mucho de humanos que nos queda, tendemos a rebelarnos contra ello. Es una revuelta mental que también sucede de manera mecánica cada lunes, es una revuelta automatizada (¿?). Cuánto nos queda de humanos? —me pregunto.

Ese hastío, ese fastidio es una muestra de nuestra humanidad, un arma de defensa. Si no te fastidiara un poco adentrarte al vértigo y la parsimonia de la realidad de los compromisos diarios, si te fuera indiferente todo, se perdería algo de humanidad creo yo; y con ello, uno se volvería peligrosamente una entidad sumisa, apagada. Maldiga sus lunes si merecen ser maldecidos, mándelos a la reputísimamadrequelosremilparió. Ya sabe que renunciar tal vez no puede. Pero bueno, también supongo y quiero imaginar que hay quienes tienen diferentes lunes cada lunes. Por ejemplo yo, que no tengo lunes. Cuando me levanto temprano un lunes a la mañana, me siento un turista en el paisaje de la cotidianeidad de los otros, paseando en cámara lenta. Uno observa como se mueven, hacia donde van y tienen que ir; y si bien me muevo con ellos, tengo la posibilidad de observarlos y de no ser parte. Por eso los lunes no son lunes, o digo que no siento los lunes. Pero a esto a quien le importa, no?, sobre todo un lunes.

Un Corto Animado

...........Todo blanco.















Se va reduciendo lo blanco, aparecen en cada ángulo de la pantalla unas manchas negras; inmediatamente reconoces que lo blanco va desapareciendo y lo negro va ganando la pantalla de una manera circular. Sigue así hasta que puedes ver que se dibuja un círculo negro. Se queda allí formado, inmóvil, durante un breve lapso de ocho segundos. Detrás de éste aparece entonces una figura; primero asoma su cabeza y puedes ver su brazo y su pierna un poco flexionados, como cuidadoso, temeroso......y te está observando a vos. Pasa unos segundos estudiándote; con una conducta clara, graciosa y hermosamente animal. Luego de saberte cómplice, mira hacia el costado derecho de tu pantalla. Aparece finalmente toda su figura detrás del círculo negro y comienza a caminar hacia ese lado. Temeroso aún, pero se siente confiado...vos le das esa confianza. Mientras el círculo negro va desapareciendo por el lado izquierdo, simultáneamente va apareciendo otro del otro lado, de la misma forma y tamaño. Nuestra confiada figura se va acercando, queda a unos pocos pasos, mira el nuevo círculo negro. Se lleva una mano a la cabeza. Se rasca la cabeza con esa misma mano.

 Así unos segundos, durante los cuales se concentra, se lo ve pensativo, pero no te mira. Comienza a caminar hasta meterse detrás del círculo, desaparece tras lo negro. Y aparece del otro lado, te hace un gesto con la mano que sólo vos entendés, haciéndote saber que atrás no había nada y que él mismo no entiende nada de lo que está ocurriendo. Se rasca otra vez la cabeza. Más seguro, aunque desconcertado, comienza a caminar hacia su derecha, hasta que aparece.....otro círculo negro. Cuando aparece, el cuadro se abre; y se ve a la figura entre los dos círculos, el anterior y éste nuevo; y hay aún más hacia la derecha. Son muchos, todos idénticos. No se cuántos se ven, pero dan la sensación de ser muchos; y al último (siempre hacia la derecha) se lo ve por la mitad. O sea.....el asunto sigue. 


La figura te ve y se asombra por lo que acabas de ver; se da cuenta unos segundos después que vos, de lo que vos, te acabás de dar cuenta. Y comienza a avanzar pasando por detrás de los círculos negros, apurando el paso luego y corriendo después, comienza a desesperarse. Se abre otro poco el cuadro y se pueden ver más y más círculos negros, uno tras otro. De pronto se observa un monolito, altísimo, que sube hasta el borde del televisor y desaparece fuera de la pantalla. El cuadro se vuelve a abrir y se puede ver que el monolito es cruzado en forma perpendicualr por otro, un tanto más pequeño. La figura te ve preocupada cómo obervas lo que observas y durante algunos largos segundos no pasa nada, hasta que de pronto retrocede dándote la espalda hacia tu lado de la pantalla, como queriendo ganar distancia, para tener un mejor ángulo de visión.

Reconoces lo que es, lo que ves, es una letra, la letra T; y que inmediatamente aparece una O, y luego una D y otra O (estas última tres en minúsculas, pero todas en negrita), ya puedes leer la palabra, mientras las letras van moviéndose de izquierda a derecha, deslizándose lentamente. Hay un espacio en blanco. La figura está inmóvil, desconcertada, de espaldas. Allí y así se queda hasta que aparecen más letras, una b, una l, una a, una n, una c y finalmente una o, y un punto final. Y otro espacio en blanco,
...........Todo blanco.

Te Veo

Siempre te veo.
Tímida y doliente, con tu belleza implacable,
que todos reconocen, y que nadie ve.
Te veo entre toda esta sabida gente, puedo
(y vos también me ves, como ves).
Curiosa y expectante,
a la merced de tu quietud, con la virtud de la paciencia.
Haces que no me ves, mientras sonríes.
El guiño de la presencia,
la soledad de los encuentros,
el murmullo silencioso de las palabras.
Te veo. Siempre te veo.
Tu sobria rapacidad ante el obnubilado resto,
el velo mordaz ante las inclemencias de un beso
la dulce capacidad de asombro
y la risa cordial, como un amanecer frondoso.
Siempre distante, donde te saben cercana
donde de tí no saben nada, siempre distante.
Allí te veo. Siempre te veo.

Peregrino en la Lluvia

Llueve, con una cadencia que arropa, con la intimidad revelada en cada uno de los gestos que el dominical otoño provoca. Los hay los que corren, los que se resguardan, algunos fuman otros se besan; y las hojas que —caen lentamente, soy un espía, un espectador—. La sinfonía circular que se dibuja en los charcos abre la puerta hacia otros instantes, es una fiesta de los sentidos, para dejarse llevar…..y por el murmullo de la breve ciudad de fondo, hipnotizándome.

Inspiro, despliego las alas de la imaginación: cada instante, cada gesto, se mezcla en una amalgama de imágenes en la cabeza, el obturador sensorial se agudiza. Es hora de perderse, peregrino en una lluvia que cae con una cadencia que arropa; y las hojas que caen lentamente….
….esas plumas doradas por esta melancólica y vangoghniana estación, que abandonan hermanadamente esos sublimes cuerpos de pájaros anclados al tiempo, dejándolos hechos esos trazos que se desdibujan intentando alcanzar el gris del cielo. Ni se despiden, aguardan a que la última fuerza las abandone y la escena de la ceremoniosa caída les suceda; ante la aparente e incomprensible indiferencia del mundo entero. 

Pero antes de que la escena suceda, esos cuerpos de pájaros anclados al tiempo....inspiran una bocanada de ese mismo y último tiempo; y visten y lucen sus plumas más bellas y coloridas para tal ocasión de despedida, como juego amoroso previo a toda desnudez —antes de que sus ropas caigan lentamente, todavía les excita saber hasta dónde llegarán—. Se visten de vida, se desvisten de amor. Y mientras ese juego sucede, el espectáculo es admirable.  

Y el murmullo de la ciudad que me despierta, que me silba desde otra esquina, el viento me acaricia la cara, el frío empuña el todavía deseo latente de contemplación; sigo perdiéndome, me guía el instinto de peregrinación. Se palpa la soledad de las calles, dominical, otoñal....., es la soledad que compone la gente, a veces más, a veces menos, pero siempre simplemente hermosa. Hay ciertos vacíos que predisponen a una perfumada calma.
  
Esa calma que se mide por la intensidad y la prolongación de los suspiros, cuando la luz es baja y lo que se expone —y se subexpone— es en realidad el alma. Una sincronización de todos los instantes, de todos los gestos, todos los vacíos....es la entrega solemne de nuestra vulnerabilidad: que se viste de vida, y se desnuda de lluvia; en la intimidad de la luz. 
  

Rainymood

Era una lluvia inusual. A cántaros llovía. Una lluvia que finge estar enojada, pero que te guiña un ojo cómplice y socarronamente. Era sábado, además de lluvia. Igual de inusual, igual de lluvia. La ciudad, repleta de fantasmas con horarios, de corridas, de puteadas, de lluvia. Me adentré a esa lluvia, a esta ciudad; con la misma expectativa de quien se aventura a la lectura de un libro; y deja al mundo de lado, y la ficción y la fantasía son una sangre galopante que se hace jinete de todos tus sentidos. Me empapé, y no de lluvia, precisamente. Aunque la realidad me ladrara a gritos lo contrario. 


Las prominentes barrigas de los edificios hacían sombra y refugio, pequeños oasis de humedad; bolsillos de un saco viejo, arrugado y perfumado de tormenta. Desde esos bolsillos observaba yo al mundo bañándose en la lluvia, como un testigo privilegiado, un imaginador perplejo. Un gris cristalino pintaba las calles y las hacía sonetos de agua, chapuzones de cielo en veredas de mar sereno, fiesta de gotas borrachas y peces de color y de asfalto besándolas en la boca; borrachos todos de sí, finalmente, naufragando hacia la noche de las alcantarillas, felices de lluvia.

Los fantasmas se asombran, su carencia constante y creciente de imaginación los vuelve así, tan así. Me lo dicen sus gestos adustos, su intriga previsible y su complaciente respuesta. Otros nada más me ignoran, me gustan esos. Algunos se sonríen, como la lluvia, cómplices; esos me gustan un poco más. Otros son muy curiosos, y se animan a amontonar palabras en la boca, hasta que la boca les explota: a qué le sacás fotos……….?. A la lluvia; pienso y resumo, mientras no lo digo. Para qué?, estoy sumido al lenguaje de la imagen, y además soy de hablar poco con extraños. Le respondo complaciéndolo, educadamente, y se lleva una sonrisa. Y otro fantasma que sonríe.  

 
Contemplo, luego de que el agua vuelva más torpes y pesados mis pasos, el silencio y la perpetuidad tan propia de las estatuas. De algún oscuro modo, me dan un poco de pena, tan estatuas ellas, y bajo el tácito manto de nocturnidad con el que las cubre y simula la lluvia, son tan teatrales sus ademanes!, que me parece ver claramente el instante previo a su pétreo final. O como si resistieran dentro, caballerosa y honorablemente, la tarea de erguirse y ser ignorado por todos. Les presento mis respetos, su posible eternidad puede llegar a barrer mis años bajo la alfombra de sus propios y herrumbrados recuerdos.
  

Y como quien se topa con algún vago recuerdo en las calles oscuras de la memoria, en una esquina ensombrecida, a la vuelta de la causalidad, me di de bruces con las últimas huellas del otoño. Allí estaba, lánguido, en su estela doliente, como un ladrón de amor, como una música que se pierde en la inmensidad de este silencio ensordecedor de lluvia. Rasgando sus vestiduras y dejando tras de sí las migajas necesarias para aquellos amantes melancólicos, los ahogadores de angustias, los fervientes adoradores, los imaginadores empedernidos; ustedes, nosotros, todos. 

Hice resaca esa esquina, y ya en otra, como guión cinematográfico de mi tarde; la lluvia amaina....pero es nomás una inhalación, como el clavadista que toma aire antes de arrojarse al vacío. Los algodones grises y celestes que allá arriba se empujan apurados me lo cuentan, me palmean la espalda, y hasta me dicen pibe.........., no te confiés, pibe. Sigo caminando, con cierto aplomo, el agua pesa, pero sólo en la ropa. El alma es un charco donde vienen a bañarse una pandilla de gorriones y me cuentan sus verdades en eterno vuelo. Yo los miro de reojo, y pienso: a ver si les puedo hacer una foto..... 


   

martes, 24 de febrero de 2015

De a ratos....

Porque hace un rato ya pasó. Y capaz más rato, sólo se queda en el capaz. Aún así, la vida pareciera vivirse de a ratos, o el rato o los ratos que pasan en el diome. Este delicioso tiempo mientras yo voy a estar no se cuánto rato escribiendo, que es el mismo rato mientras vos leés esto y un avión aterriza en Bangkok, un niño se enchastra toda la trompa comiendo una Tita en la parte trasera del auto, un extraño enciende un Gitanes a la salida del subte; y dos enamorados se besan por un largo rato a la salida de una tienda de artesanías. 

Pero y cuánto dura un rato....?...., Sabina cantaba (quejándose) —qué poco rato dura la vida eterna / entre el túnel de tus piernas....— cuánto cabe dentro de un rato....?...., una eternidad, sin duda. O lo que tardás en ir a buscar algo para morfar —vas a tardar mucho?....—no, un rato. —Dale, igual te voy a esperar toda la vida. Y al ratito vuelve. El tiempo es un teatro de ausencias e ilusiones. Ratos, ratitos, ratazos. Qué hace una rata sola en una esquina?, está esperando un rato. El tiempo pasa según la vertiginosidad de los pensamientos, que es directamente proporcional al peso de las almas (pff!, pavada de teorema tiraste!). Mientras pensás lo malo del chiste, no?. Mientras te tomás un mate. Mientras el alma, un yunque.  

Y Enstein y la relatividad. Y al carajo. Y esos ratos donde tenés unas ganas de putear bárbaras, por todo, por nada. O ese otro rato que nunca llegó, a aquella fatídica esquina. Viste cuando te colgás y no pensás en nada?, cuando el vértigo desaparece, y el ama se desvanece...qué lindo rato ese, no?. Una minúscula pizca de eternidad. Y luego vas a terminar de leer esto, y por ahí tenés algo que hacer o alguien a quien a ver o una voz a la cual escuchar; y ahí es donde se complica.....porque eso es más rato pensás, y es tan seguro como que te llamás Eugenia, o Víctor o como sea que te llames y, perdonen (el mal agüero desde ya) si de pronto, me vuelvo un poco escatológico; pero mirá si se pone re feo y nos pega un rayo?. 

No puedo dejar de pensar entonces que estoy (o estamos) malgastando el tiempo, escribiendo. Que éste es tal vez, un mal rato; y como la vida (dijimos) se vive de a ratos, lo menos que podrías hacer es dejar de leer e ir hacer lo que tengas que hacer; en el caso claro, de que lo que tengas que hacer, sea importante. Si no, sí.....más rato. Yo voy a buscar algo para morfar.