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miércoles, 14 de junio de 2017

Dos Minutos Antes

Cebado con el aura que me quedó después de ver Paterson, tenía que ir a comprar algo para llevar al trabajo y luego retirar a mi hijo del colegio. Con todavía las imágenes de la película dándome vueltas en la cabeza, y abstraído totalmente por efecto refrescante que me produjo, me sentía sumamente receptivo. Ya conduciendo y observando, luego hubo que caminar algunas cuadras, entrar a un supermercado y finalmente regresar al auto. Una vez sentado, escribí unos versos en el celular:


Me gustan los días donde
las nubes cierran filas
y los zorzales
anuncian lluvia.

Toda la acústica urbana
que de pronto parece 
lejana.
Y tenemos sopresiva 
conciencia de ser esta vez
el eco.
Y los pensamientos
que se desvanecen como tal.

Hay un zorzal sobre 
un manzano 
y otro al final de un poste de luz
sinfónicos, acompasados,
firmes.

Yo
me quedo en el auto
porque he sido demasiado meticuloso
con el tiempo
para lo que debía hacer,
tanto
que ahora me sobra 
como si acaso sobrara
alguna vez,
como si acaso
existiera 
el tiempo.

El sonido trasante 
de los automóviles
el ensimismamiento de los
transeúntes solitarios
la risa cómplice de tres amigos
un perro que ladra 
a la distancia,
eco también
pero sin saberlo.

Me gustan los días así
cuando lo imperceptible
se amplifica y recién
ha comenzado a llover
dos minutos antes
de terminar de escribir
unos versos. 

domingo, 27 de septiembre de 2015

A la Orilla del Sendero

"..(...)...árboles caídos
quedaron a la orilla del sendero.
El leñador los olvidó, y conversan,
apretados de amor, como ciegos.
El sol de ocaso pone
su sangre viva en los hendidos leños
¡y se llevan los vientos la fragancia
de su costado abierto!


Uno, torcido, tiende
su brazo inmenso y de follaje trémulo
hacia otro, y sus heridas
como dos ojos son, llenos de ruego.
El leñador los olvidó. La noche
vendrá. Estaré con ellos.
Recibiré en mi corazón sus mansas
resinas. Me serán como de fuego.
¡Y mudos y ceñidos,
nos halle el día en un montón de duelo!"

Gabriela Mistral

viernes, 4 de septiembre de 2015

—Te dije.....

Mi padre falleció hace poco más de un año ya. Algunos largos meses después, mi hermana mayor realizaba algunas tareas en el patio-jardín, de la misma manera que lo hacía mi padre en vida. Yo vivo en el mismo terreno, el patio-jardín, es un poco de todos. Una tarde, ella me para y me habla bajito:

—mirá, hay un pájaro ahí que hace rato que anda por acá y me mira. Yo pienso que es Papá, que está contento porque estoy cuidando su jardín.

El pájaro: un diucón. Yo me quedo un rato observándolo. Volaba de un árbol a otro; y volvía. De veras parecía curioso de lo que pasaba allí. Y observaba. Todos estábamos muy tristes por la partida de mi Padre, cada uno sobre llevándolo de la mejor manera posible, no a todos nos pega igual la muerte de un ser tan querido. Mi hermana seguía trabajando la tierra, dándome a entender que llevaba ya rato con el diucón allí, como habituada. Le habló. Y yo también le hablé. Tragué saliva y seguí, iba de salida.

Algún tiempo después, una mañana en el trabajo, estaba yo realizando una de las tareas que se me asigna, solo, en una suerte de instalación que tiene dos puertas muy grandes, el lugar es amplio y alto. Estoy de espaldas a la(s) puerta(s), cuando de pronto siento que me golpean la cabeza; no es un golpe con fuerza; es como cuando alguien desliza su mano por el cabello, con una fuerza medida, como despeinándote, pero como un golpe. Me doy vuelta rápidamente, esperando encontrar a alguno de mis compañeros que por alguna razón hubiera entrado y me haya jugado la broma. Pero no. No veo a nadie, e inmediatamente escucho un sonido como de un aleteo. El sonido lleva a levantar mi mirada; y arriba, en las luces que colgaban del techo: un diucón, batiendo sus alas, observándome. Recobrado apenas del susto, reconozco entonces el golpe de su cuerpo y sus patas y sus alas sobre mi cabeza.Y recuerdo las palabras de mi hermana:

—........Yo pienso que es Papá....

Lejos de creer que mi hermana estaba loca, o deprimida; sus palabras reverberaron fuertemente en mí desde entonces. No sólo le creí, si no que asumí que dicho pájaro, era mi Viejo. Por lo que, esa mañana en el trabajo, con un diucón que se había metido dentro de una instalación donde nada tiene que hacer un pájaro, lo único que atiné a decirle fue que me había hecho pegar un susto del carajo. Luego le pregunté cómo andaba y algo más. El diucón seguía aleteando y observándome fijo, y en poco segundos voló otra vez haca mí y luego encontró su camino hacia la puerta. Estuve algunos días solo, con lo que me había ocurrido, no se lo conté a nadie; como si fuera un secreto entre él y yo. Pero luego, necesité contarlo. Mi mujer me instó obviamente a que se lo contara inmediatamente a mi hermana. Como ya era tarde, y no sabía cuando la vería a ella y al resto de mis herman@s en los días subsiguientes.....escribí todo el suceso en un mensaje de whatsapp, para todos en el grupo de mi familia. Al ratito, las respuestas. Algunas lloraban, decían. Otros, tragando saliva a borbotones. Todos emocionados. 

—Viste, decía mi hermana, te dije que era Papá.

El diucón es un ave que, donde yo trabajo, anda mucho. Y siempre cerca. Hay muchos árboles donde yo trabajo. Y está a toda hora. A la mañana, lo veo. A la tarde, lo veo. Suele posarse en las ramas de los árboles mientras salgo de la oficina y doy un pequeño recorrido que debo dar cada cierta hora. Va y viene. Cada tanto, canta. Su canto es como apagado, con leves suspiros que repercuten como en un suerte de silbido, que se repite en diferentes intensidades. He dejado de verlo como un pájaro, como un ave, como un diucón. Yo no se, como todos, o como nadie; qué pasa cuando nos morimos. Todos debemos afrontar la muerte alguna vez (la de un ser amado); y hasta que sucede, por más preparado que uno crea estar, el momento escinde de alguna u otra forma la manera de ver y vivir la vida.

A mí, me gusta la poesía de sentir que "eso" que es lo que queda de las personas que se van se puede manifestar no sólo como a uno se le antoje o pueda, sino como aquí, y a mí, a través de un hecho que es totalmente ajeno a mi forma de llevar su ausencia; un hecho (o dos) que se presentó ante mi vida. Y a pesar de haber buscado entre todos los vericuetos de la razón, de forma instintiva........el ave, el pájaro, el diucón, mi Viejo.....siempre anda por allí. Es por eso que cada vez que puedo.....lo fotografío......:



Y por casa, sigue andando por allí.......siempre,.....cerca,......libre.

sábado, 8 de agosto de 2015

Notas acerca de la Fotografía IVX - Horizontes Claros, Horizontes Torcidos

Se me vino a la mente una frase de Michael Freeman que leí hace un tiempo, ahora mientras subía una foto a mi cuenta personal de Flickr: "el fotógrafo debería hacer un juicio crítico, no técnico". La foto en cuestión es la siguiente:


Ya lo había citado antes a Freeman, y había agregado al respecto (de otra foto): dicen que el horizonte siempre tiene que estar recto para que una fotografía sea correcta, pero si vos decidís que tu fotografía será mejor con el horizonte torcido, adelante nomás.
 
De tanto en tanto uno suele ver en diferentes webs o grupos o comunidades (de fotografía) diferentes tipos de fotos donde el horizonte, está inclinado hacia alguno de los lados. El horizonte inclinado creo, puede ser tema de debate crónico; cada uno tendrá su propia cosmovisión al respecto; pero como mencioné en la entrada anterior existe para mí algo que es inherente a todos lo que practican la fotografía: el pensamiento fotográfico, el cual es ineludible. Uno va adquieriendo a lo largo del tiempo pequeños conocimientos acerca de la fotografía, que tienen que ver por ejemplo, con la composición, la regla de los tercios y otras menduncias que todos nos sabemos. 
 
El horizonte torcido es una de ellas. Y cuando uno ve una fotografía así, es inevitable no verlo, no pensarlo, y no sentir algo respecto. El horizonte torcido, en tanto y en cuanto sea visible dentro de la composición de una imagen, se pone de manifiesto de manera forzosa casi. Por esto motivo resulta importante, y en última instancia enriquecedor llevar esta cuestión hacia el carácter compositivo de la fotografía, de manera consciente, intencional. Adquirir la idea del horizonte torcido de la misma manera en que se adquieren las citadas menudencias y transformarla en verdadera herramienta de trabajo para la composición. Tenerla siempre en cuenta, aunque de manera tácita e inconsciente siempre la tengamos presente. La horizontalidad es un concepto que está tan arraigado al ser humano que es difícil escaparle. Una forma posible es inclinando el horizonte; no sólo jugando con la perspectiva, sino balancear el peso y el volumen de la imagen de manera tal que choque con la preconcepción de lo horizontal que todos tenemos.

En la fotografía que adjunto en esta entrada: lo que yo ví al componer la imagen fue  que un plano habitual, es decir, el árbol esgrimiendo toda su verticalidad en la soledad de esa determinada geografía, en este caso la estepa patagónica; era una imagen....demasiado plana (perpendicular) para mi gusto. Por ello es que empiezo a jugar con la perspectiva, dejo de ver al árbol como motivo principal de mi fotografia y me concentro en el fondo, en el resto, que es lo que no me cierra a la hora de componer. Descubro dos espacios y una línea que divide estos dos espacios en el cuadro; el cielo nublado y la luz plana hacen que la imaginación se dispare, el árbol, de pronto, vuelve a ser el sujeto, pero inserto entre estos dos espacios que son ahora  dos mundos imaginarios. Sujeto y fondo componen y funden la escena que estoy fotografiando. La copa del árbol: ahí tengo y descubro a su vez otra forma, que se relaciona directamente con todo el cuadro. La copa tiene una forma semicircular, que me da una idea de movimiento, de rotación; cuando doy cuenta de esto en la maquinación de la composición de una fotografía—un proceso que dura instantes, instantes que duran una eternidad — es que inclino casi instintivamente la imagen, como siguiendo el movimiento que me dicta la imaginación: mi imagen está rodando hacia la izquierda. Le añado peso  y volumen de forma equilibrada hacia los ángulos extremos, que además resultan ser los dos mundos diferentes (diferente color, diferente textura, diferente luz). Desbalanceando mi imagen siento que le doy equilibrio. Y al final, cuando la veo en la pantalla de la cámara, esbozo una sonrisa, me siento satisfecho visual (y espiritual)mente con todo lo que experimenté primero dentro de mi cabeza.

Una cosa es el horizonte torcido intencionado del autor, y otra es cuando dentro de la foto empiezas a jugar con algunas de las probablidades: que es probable que no se haya dado cuenta o que NO lo haya tenido justamente en cuenta. En cualquiera de los casos, desconocemos si está en conocimiento; pero lo alcanzamos a intuir. Es importante aprehender un concepto básico, porque sirve luego para deconstruirlo, desarticularlo y re-utlizarlo en beneficio propio, en este caso, de la composición no de una fotografía, sino de nuestra mirada misma. 
 
Y en el caso de Freeman, como así también lo que tratábamos en la entrada anterior; si presentas fotografías en webs, grupos y/o comunidades y estás tal vez interesado en saber qué piensa el resto, si te expones de esa manera; y esperas una crítica o una opinión al respecto, que esa crítica u opinión al respecto sean fundadas desde la intencionalidad de tu propia imagen. Luego, de gustos, la charla es infinita. Y no podemos gustarle a todos, yo desconfío de aquellos lugares donde nadie tiene la osadía de señalar algo con lo que no está de acuerdo, siguiendo el instinto de su propia mirada. Se trata de intercambiar cómo vemos lo que vemos, y no de generar un culto a la imagen.

lunes, 29 de junio de 2015

La Espada del Viento

Se entumen los pensamientos, se activa una memoria sin pentagramas, un recuerdo escapa de las ataduras de las prescripciones y surca el firmamento de la inconsciencia con una propulsión incandescente: es un rostro, una escena como un loop un fotograma de película que se repite frenética y agónicamente. Entonces el frío arremete y conquista todos los rincones, cubre todos los espacios con su manto gris de sometimiento. Nos subyuga con el filo de su espada de viento. Y no hay sitios  imaginables o recónditos que no sean alterados por la impoluta acción del viento. Es otoño en todas las estaciones del alma, llueven apesumbramientos y el corazón se empapa de nostalgia. Es un acto reflejo también. El recuerdo estalla sobre los límites de la palabra, a punto queda de cruzar las fronteras del silencio; pero su incandescencia se apaga por el propio sonido de la espada del viento, desgarrando al unísono todos los sentidos. La carne exhibe su presencia mientras el horizonte del paisaje le imprime lejanía. Los árboles sirven de escudo, esa efímera sensación de sentirse protegido más por la sensación que por el escudo mismo. La espada se alza y deja caer toda su furia, su sed de conquista, su gris violencia incontenida. El eco final de aquél rostro, de aquella escena, resuena en la gris intermitencia y se arropa con mi aliento, viaja con la misma inevitabilidad que la de las olas que golpean la orilla pétrea de este helado sentimiento. Pero no llega. A pesar de todo su ímpetu. A pesar de su incandescencia. Y todo es vago en consecuencia, la espada henchida de voracidad vomita sobre su propia intermitencia, volviéndose a su vez fotograma, revelando su indómita escencia.

sábado, 13 de junio de 2015