sábado, 8 de agosto de 2015

Notas acerca de la Fotografía IVX - Horizontes Claros, Horizontes Torcidos

Se me vino a la mente una frase de Michael Freeman que leí hace un tiempo, ahora mientras subía una foto a mi cuenta personal de Flickr: "el fotógrafo debería hacer un juicio crítico, no técnico". La foto en cuestión es la siguiente:


Ya lo había citado antes a Freeman, y había agregado al respecto (de otra foto): dicen que el horizonte siempre tiene que estar recto para que una fotografía sea correcta, pero si vos decidís que tu fotografía será mejor con el horizonte torcido, adelante nomás.
 
De tanto en tanto uno suele ver en diferentes webs o grupos o comunidades (de fotografía) diferentes tipos de fotos donde el horizonte, está inclinado hacia alguno de los lados. El horizonte inclinado creo, puede ser tema de debate crónico; cada uno tendrá su propia cosmovisión al respecto; pero como mencioné en la entrada anterior existe para mí algo que es inherente a todos lo que practican la fotografía: el pensamiento fotográfico, el cual es ineludible. Uno va adquieriendo a lo largo del tiempo pequeños conocimientos acerca de la fotografía, que tienen que ver por ejemplo, con la composición, la regla de los tercios y otras menduncias que todos nos sabemos. 
 
El horizonte torcido es una de ellas. Y cuando uno ve una fotografía así, es inevitable no verlo, no pensarlo, y no sentir algo respecto. El horizonte torcido, en tanto y en cuanto sea visible dentro de la composición de una imagen, se pone de manifiesto de manera forzosa casi. Por esto motivo resulta importante, y en última instancia enriquecedor llevar esta cuestión hacia el carácter compositivo de la fotografía, de manera consciente, intencional. Adquirir la idea del horizonte torcido de la misma manera en que se adquieren las citadas menudencias y transformarla en verdadera herramienta de trabajo para la composición. Tenerla siempre en cuenta, aunque de manera tácita e inconsciente siempre la tengamos presente. La horizontalidad es un concepto que está tan arraigado al ser humano que es difícil escaparle. Una forma posible es inclinando el horizonte; no sólo jugando con la perspectiva, sino balancear el peso y el volumen de la imagen de manera tal que choque con la preconcepción de lo horizontal que todos tenemos.

En la fotografía que adjunto en esta entrada: lo que yo ví al componer la imagen fue  que un plano habitual, es decir, el árbol esgrimiendo toda su verticalidad en la soledad de esa determinada geografía, en este caso la estepa patagónica; era una imagen....demasiado plana (perpendicular) para mi gusto. Por ello es que empiezo a jugar con la perspectiva, dejo de ver al árbol como motivo principal de mi fotografia y me concentro en el fondo, en el resto, que es lo que no me cierra a la hora de componer. Descubro dos espacios y una línea que divide estos dos espacios en el cuadro; el cielo nublado y la luz plana hacen que la imaginación se dispare, el árbol, de pronto, vuelve a ser el sujeto, pero inserto entre estos dos espacios que son ahora  dos mundos imaginarios. Sujeto y fondo componen y funden la escena que estoy fotografiando. La copa del árbol: ahí tengo y descubro a su vez otra forma, que se relaciona directamente con todo el cuadro. La copa tiene una forma semicircular, que me da una idea de movimiento, de rotación; cuando doy cuenta de esto en la maquinación de la composición de una fotografía—un proceso que dura instantes, instantes que duran una eternidad — es que inclino casi instintivamente la imagen, como siguiendo el movimiento que me dicta la imaginación: mi imagen está rodando hacia la izquierda. Le añado peso  y volumen de forma equilibrada hacia los ángulos extremos, que además resultan ser los dos mundos diferentes (diferente color, diferente textura, diferente luz). Desbalanceando mi imagen siento que le doy equilibrio. Y al final, cuando la veo en la pantalla de la cámara, esbozo una sonrisa, me siento satisfecho visual (y espiritual)mente con todo lo que experimenté primero dentro de mi cabeza.

Una cosa es el horizonte torcido intencionado del autor, y otra es cuando dentro de la foto empiezas a jugar con algunas de las probablidades: que es probable que no se haya dado cuenta o que NO lo haya tenido justamente en cuenta. En cualquiera de los casos, desconocemos si está en conocimiento; pero lo alcanzamos a intuir. Es importante aprehender un concepto básico, porque sirve luego para deconstruirlo, desarticularlo y re-utlizarlo en beneficio propio, en este caso, de la composición no de una fotografía, sino de nuestra mirada misma. 
 
Y en el caso de Freeman, como así también lo que tratábamos en la entrada anterior; si presentas fotografías en webs, grupos y/o comunidades y estás tal vez interesado en saber qué piensa el resto, si te expones de esa manera; y esperas una crítica o una opinión al respecto, que esa crítica u opinión al respecto sean fundadas desde la intencionalidad de tu propia imagen. Luego, de gustos, la charla es infinita. Y no podemos gustarle a todos, yo desconfío de aquellos lugares donde nadie tiene la osadía de señalar algo con lo que no está de acuerdo, siguiendo el instinto de su propia mirada. Se trata de intercambiar cómo vemos lo que vemos, y no de generar un culto a la imagen.

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