martes, 14 de agosto de 2018

Materráticas

De sobremesa, en un asado de un domingo cualquiera escuchando una intensa conversación entre dos mamás, mientras cada una de ellas relataba casi con idéntica sorpresa e indignación cómo frente a sus hijos se encontraban ante una misma problemática escolar. Una de ellas acotaba además, que había recogido a través de reuniones o charlas breves, que la misma situación se presentaba en otras familias. Y es que, al parecer, los padres nos vemos en la necesidad de googlear y ver en YouTube algunos de las tareas que las maestras envían a casa. Esto exige plantear ciertas cuestiones.
 
¿Será que ante la necesidad de completar la planificación a tiempo durante el transcurso del año se carga a los chicos con una cantidad de nuevos conocimientos que les dificulta en mayor o menor medida aprehenderlos de manera concreta?.  ¿Será que la planificación es correcta y es esta generación la que muestra una dificultad antropológica en la construcción de un conocimiento matemático que nuestra propia generación en muchos casos ha olvidado completamente?. En una de las últimas reuniones escolares, donde somos invitados todos los padres pero casi siempre somos muy-muy pocos (un dato no menor), el equipo de enseñanza planteó que los temas se iban a ir dando según lo estipulado y que en clase iban a preguntar al curso completo si todo lo expuesto había sido comprendido; en caso de recibir respuesta positiva, se iba a seguir avanzando hacia el siguiente. Es evidente entonces que, como hace años, en una extraña tradición, nadie (o casi nadie) se anima a ir en contra de la corriente, tal vez por la vergüenza que a su edad implica este pequeño pero tan importante acto. Si todos comprendieran inmediatamente no estaría yo aquí planteándome estas cuestiones.
 
 
¿Se plantearán estas mismas cuestiones los equipos de enseñanza teniendo en cuenta que algunos padres solicitamos reuniones para hacer visible dicha situación?. Porque los niños a la larga y a la corta, se frustran; y esa frustración conlleva a consecutivos problemas de aprendizaje, ya que se arrastran dudas que inevitablemente se potenciarán. ¿En qué medida nosotros los padres tenemos la responsabilidad de complementar lo que nuestros hijos van aprendiendo diariamente de parte de sus maestros?. Huelga decir que debemos seguir su aprendizaje, ayudarlos e incentivarlos; pero ser nosotros quienes terminemos de hacerles comprender lo que comenzaron en clase me parece una problemática no menor. Tácitamente uno delega justamente en la escuela este proceso de aprendizaje, y sentir que las clases no alcanzan y hay que dedicarle un tiempo mucho más extenso que el habitual de acompañamiento genera también una frustración en los adultos. Sobre todo cuando se sabe por testimonios que no es un problema individual.

Y desde allí, nobleza obliga, también debemos poner atención en lo que refiere a la tarea de las maestras. "Explicar procesos, mecanismos y recursos cognitivos que permitean construir conocimiento matemático, adquirir y fortalecer estrategias y procedimientos para la resolución de situaciones o problemas con metas numéricas y en general" frente a un grupo de 30 niños no debe ser una tarea sencilla. En el afán de que nuestros hijos comprendan y vuelvan a clases con la tarea completada y sin poner en conocimiento de esto a las maestras cometemos el error de que ellas mismas den por sentado que el niño efectivamente ha comprendido. Y si a través de la realización de estos trabajos prácticos es que se avanza, la sorpresa será mayor cuando a la hora de realizar una prueba oral o escrita en el establecimiento los resultados difieran notablemente del realizado en el hogar.
 
En consecuencia, no me quedan más que dudas y certezas de lo intrincado del sistema de enseñanza y de aprendizaje. Sobre cual sería el rumbo a tomar respecto de quien o quienes marcan con su capacidad media (tirando a baja) de absorber todo el contenido en un tiempo estipulado para con el resto de los compañeros. Si en pos de completar todo el contenido hay alumnos que se verán rezagados indefectiblemente. Si ante la cantidad de alumnos los seguimientos personales se vuelven casi imposibles, como bien reza el dicho, quienes mucho abarcan, poco aprietan; con lo cual estaríamos ante el abismo indagatorio que genera todo la estructura de los colegios y las escuelas públicas (en mayor medida) con respecto a la capacidad de enseñanza concreta. 
 
Aún así, y ante tamaña problemática, soy verdaderamente consciente sobre el papel fundamental que debemos cumplir como padres, sobre el equilibrio justo que hay que buscar para no deslindar responsabilidades que nos competen desde lo humano y moral hacia la escuela o colegio; que en tal caso son el complemento donde desde lo social el niño o la niña van aprendiendo a sociabilizar y compartir tanto alegrías como inquietudes, frustraciones y todo el abanico de sentimientos que al final de la primaria se hacen presente en lo espiritual al relacionarse con diferentes personas de su misma edad. Hay que estar, y tratar de estar, como sea, en definitiva.


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