jueves, 16 de agosto de 2018

La Criminalidad Romantizada


La criminalidad puesta al servicio de la cinematografía ha sido siempre atractiva, hay un magentismo inexpungable en el submundo del hampa, sobre todo cuando se romantizan hechos delictivos que gozan de gran relevancia en la memoria colectiva: chorros, asesinos, violadores, la pantalla los desacartona y los vuelve digeribles, amigables. Pensaba mientras llevaba unos 10/15 minutos viendo El Angel, cuan buena o mala puede ser una película de acuerdo al grado de expectativa que ha sabido generar.


Mi padre solía comprar las revistas de Casos Policiales, las recuerdo de chico por el impacto que creaban en mí las fotografías de los cadáveres que en su interior abundaban sin ningún tipo de pudor editorial; otras épocas, sin duda. Ese morbo no me abandonó jamás, como una suerte de droga. Devoraba inevitablemente y con apetito voraz las historias de esos horribles crímenes, habré tenido poco más de 10 años y no recuerdo que a mi padre le haya preocupado que viera esas revistas. A mí tampoco, no me pareció más que (lo pienso ahora, claro) asomarme al abismo que representa la condición humana en cuanto a su posible criminalidad.




Y hoy ya pasando los 40, a pesar de que cada tanto nos enteramos de crímenes horrendos —incluso en mi propia ciudad, cosa que antes era impensado— tampoco me sigue sorprendiendo, el ser humano es capaz de todo, realmente. El caso de Carlos Robledo Puch, como aún hoy claro está, era cada tanto presentado en la revista, lo recuerdo casi con cierta familiaridad. En la televisión también recuerdo haber visto programas de tipo documental que reproducían la historia de El Ángel. Historia que está contada a lo largo de toda la internet, por lo que evitaré contarla no sólo por ello, sino porque no la recuerdo detalladamente. La familiaridad con la que se recuerdan este tipo de casos tiene que ver con cosas puntuales: su corta edad, la cantidad de asesinatos, el soplete. En un pasaje de la película, reconstruyen una entrevista televisiva —a un psicólogo pareciera— donde se refiere al aspecto del pibe: rubio, carilindo, lejos del estereotipo estigmatizador del delincuente: negro, fiero, desalineado. Se lo recuerda como hecho histórico trascendental desde lo policial por el impacto que esto había logrado en la sociedad.


De allí el hecho de que cuando vi el actor elegido para representarlo, y para retomar lo que venía diciendo, la expectativa se hizo grande. El "parecido" con la imagen que (quiero creer que) todos nos habíamos hecho era importante, y esa semejanza no hizo otra cosa que entusiasmar. Han pasado casi 50 años de los episodios, no se cuantos de los pibes de 20 y pico que vi en el cine pueden haber estado familiarizados con la historia criminal de Puch, pero me asombró verlos. Se ve que la expectativa era realmente grande. O  no, debo decir que la función era 2x1, así que la sala estaba completamente llena. Encima llegué tarde, encontré lugar en la tercera fila; pero bueno.

La narrativa visual es maravillosa, la ambientación logra transportarte a esa otra época, si bien el director no crea un gran marco político-social de la misma; principios de los 70 con todo lo que ello significa históricamente. Y está bien, supongo, porque se concentra en retratar al personaje exclusivamente. Un retrato que por momentos, con ciertos primerísimos planos, logra reflejar a través de la mirada punzante un atisbo de la profundidad del carácter de un asesino de apenas 20 años. La impasibilidad quizás ante los asesinatos que cometió y su esbozada orientación sexual. Tal vez cuando uno da cuenta en la cantidad de robos y posteriores asesinatos contados es donde el ritmo se obtura, pero no deja de ser interesante cómo han sido filmados. Me pareció una película completa, compacta, con un tratamiento hermoso del color, muy entretenida, se disfruta de principio a fin. Bien por el cine argentino. No diré más, ya escribí lo que tenía ganas de decir, así que vayan a verla.

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