lunes, 7 de enero de 2019

A Solas en el 2000 - Parte II

Encontré una vieja carpeta con recortes y escritos guardados desde el año 2000. Tenía yo unos 25 años y al parecer, me sentía muy solo; si bien tenía un grupo de amigos muy grande y nos divertíamos mucho. Recuerdo que me gustaba sentarme a escribir de noche, vivía solo y disfrutaba generar un ambiente "propicio" para escritura: la luz necesaria, mucho tango, mucha cerveza (o whisky a veces), un cliché adolescente. Transcribo aquí los textos (en esta primera parte) como quien guarda algo de guita en el colchón.

Sed. Algo tiene que empezar con sed. Me levanto (y no es que estoy caído, aunque he sabido estarlo) y me voy sin saludar, me adentro al silencio de cuando camino, y voy con sed. La que ahora me mueve. ves cruzar las calles todos esos rostros que tienen las mil vidas y más, ves el infinito espiritual, ves cómo te mojás las zapatillas y la puta que los parió. Ahora que me he quedado solo confronto con lo que me imaginaba, aquel futurito que me pensaba ocurrir. ¿Qué? Esa soberbia pendeja, esa pizca de tipo que está podrido por dentro no te va abandonar jamás. Te hablaba entonces y te seducía tan hermosamente sensual. Te iban a venir a buscar e ibas a tener el placer (ahora es cuando debería escribir "quizás") quizás, de saborear el gusto de una victoria (¿de qué?), de poder decir: no, no me jodan, déjenme en paz, che.
Nada ha sido —suerte quizás (otra vez) de por medio—  como con tanta mala leche pensábamos. Hay paz un poco, sí. ¿Quién te vino a buscar, campeón de la soledad? Han hecho bien, margaritas, en no buscarme. Che, la sed, todo había empezado con sed. Ya está, un vaso, por favor, gracias. Toda la macana que hace el trago dentro mío es indescifrable, aún para mí. Algo de whisky y otro vaso, pero con agua, por favor, gracias. ¿Cuánta sinceridad se nos desangra en esas horas de tremenda fragilidad, presos de nosotros mismos? ¿Cuándo somos un o el verdadero yo? Lindo para chamuyar un rato esto. Hasta hace un buen tiempo me había acostumbrado a regresar a mi casa, la de mis viejos, vencido, con un vacío en el pecho que me daban esos instantes que duran una fuckin eternidad antes de pegar un ojo y que son películas que se pasan por aquí, donde hoy no hay nada más que.
No se, me perdí un poco. Como en esos instantes. Saliste a la noche tantas veces y siempre buscando consumar esa promesa de felicidad que ¿quién nunca te hizo, eh? Por eso volvías vacío. Te la estabas dando solito, nomás. Sos un poco pelotudo, no me lo vas a negar. Y sí, soy. Me dió más sed. Mientras más bebo más me da, che. Al final de todo alcohol siempre hay alguien que no conozco, siempre uno ditinto, todos siendo yo. Es una guerra sin cuartel, piñas para todos, y para todos lados. Más, ahora peleo con una dignidad que me es propia, como cuando uno se peleaba con los hermanos, viste; medio jugando y de tanto en tanto le acomodabas alguna porque te acordabas de una que te hizo la otra vez. Todavía ronda algún que otro fantasma y demás sombra, pero ya no tienen carne y hueso como antes. Ahora el miedo es el mejor enemigo, y la forma de hacerlo es haciéndote amigo de él. ¿Hacerlo dije? No, vencerlo era. He tenido vueltas a casa y he podido dormirme sin películas en mi cabeza (¿cómo?), pues con la certeza de haber disfrutado el momento, me daba a mí mismo esa infima alegría de poder sentir que se vive hoy. Si bien es una tarea sumamente difícil, voy hacia lograr que el pasado todo, bueno y malo, no signifique mi presente; y el futuro, bueno, ya lo hemos dicho pero vale la pena repetirlo: el futuro es aquí, tanto no te preocupes. 
Bueno, que he bebido lo suficiente, mirame, me prendí un cigarrillo y ahora me ves la espalda alejándome, despacio, echando buen humo, ¿me ves? Bueno, ahora no, y te acostumbrarás. Sed. Ya no tengo más sed. Por ahora.


Es muy probable que al salir a andar la ciudad siempre encuentre a alguien que me devuelva al mundo, cosa que no es para nada gratificante por estos raros tiempos. Abrazado por una burbuja endeble y para nada cristalina para los ojos lerdos se está casi siempre a merced de los aguijonazos de las almas que vagabundas con o sin fin andan rondando desinteresadas escenas de una fantasma realidad. La explosión que producen unas cuantas palabras o el intercambio azaroso de miradas puede que haga a la burbuja irrecuperable. A sabiendas de que toda coraza pasajera es en total definitivamente eso —pasajera— no se puede soñar la eternidad a oscuras, la sutil esperanza de luz es el motor de estos pasos en la ciudad. Estar preparado para lo que insinuamos como imposible y delicada y cuidadosamente no perder la capacidad de asombro, no perder la ternura ni la bronca. No hay que aguar la sangre, no. Por unas cuantas horas no saliste del espamo, e incluso en medio de la turbiedad otro aguijón te dió a tiro. ¡Cuán frágil eres! El tiempo, éste con quien jugamos esta decisiva partida ha aprendido a jugar con sí mismo, y nos da cartas que podemos estudiar y hacer buenas o malas. Demasiada costumbre adquirió a que todas fueran malas, pero hoy estamos pardos. Intentando armar un rompecabezas olvidado con piezas cazadas al vuelo sólo vamos a ganar una mala locura. Abriste el libro y las hojas como de otoño te trajeron ese perfume que otrora fuera tan amenazador a tu cariño de ave rapazs, enfermo de carroña. Me mantuve apacible ante los vientos que me cruzaron como flechas de fuego y vi cómo tanta facilidad me dejaba ser a jinete; otra vez partido ante la posibilidad de un tiro de gracias. Pude verme. Sí. Fue enriquecedor. No sucumbí a mi lado oscuro, ciego de amor, razón de tanto y todo hoy en día. Gracias. Aunque aún no estoy completo, el arte del espíritu es difícil, pero nunca imposible para mi pulso guerrero. recordar que ya diste todo por perdido.

0 comentarios :