martes, 24 de abril de 2012

Alarmados

Mientras rememoraba mi la tarde, cuando había ido a comprar unas boludeces a lo de Pizzuti, que vende cosas de electricidad, y cuando voy a la caja para que me cobren, el cajero hablaba con dos clientes, muy entusiasmado. 

Cuando llegué estaban en aquello de que ahora la ciudad estaba más peligrosa con respecto a los robos de auto, decían que ya las alarmas en los mismos eran medio obsoletas (en realidad dijeron: al pedo) porque si te suena la alarma puede que no sea que te estén robando justamente, si no que alguna mina estacionó mal (machistas!), o algo por el estilo; o en tal caso, a los tipos ni les importa, te siguen robando mientras la alarma no los alarma para nada. Todo esto lo dicen mientras ya abrieron la puerta del local y se están retirando, y el cajero que me juna y continúa hablando como si a mi me interesara, como si debiera interesarme, además. 

Sigue hablando mientras mira la pantalla y tipea algo, de golpe el problema de todo es la educación me dice (y yo le tiro una ajá, pero murmurado), la factura se está imprimiendo, le doy el dinero. Tal vez la culpa sea de los padres, le digo, como para no ser tan descortés. Tal vez, pero esos pibes están perdidos, sin educación no habría pobreza, yo te entiendo que salgan a robar porque hay hambre, pero estos roban para pelotudear, para drogarse; me da el vuelto, dobla la factura. 

Se queda dos segundos callado y se me escapa –somos un país muy joven recién, somos como un niño inmaduro, nos falta mucho camino por recorrer, nuestros pensamientos son pequeños, pensamos en resolver problemas en lo inmediato, y no a largo plazo como un padre lo haría con sus hijos. El cambio depende en gran medida de nosotros, no podemos esperar siempre que los gobiernos de turno nos resuelvan los problemas.

Me miró sorprendido, como diciendo –y éste de dónde salió? –. Yo salí por la puerta.

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