miércoles, 14 de junio de 2017

A lo Paterson

Con el ritmo de alguien que dicta un texto que va ser escrito a mano es que Paterson te mantiene absorto y atento. El tipo escribe (así su) poesía. Vive con una morocha divina y todos los días se levanta a la mañana para ir a laburar, es chofer de bondi. La película se desarrolla en el transcurso de una semana, empero suspendida en la contemplación de la cotidianidad ordinaria (y extraordinaria) de cada día. 
 He allí la escencia, en el instante, en la eternidad del instante y absorver para luego decantar en versos (escritos a mano, en un cuaderno). Toda esa atmósfera está presente durante todo el metraje y todo gira —obviamente— en torno al personaje. A quienes gusten de la poesía, les va a gustar; o diré más, creo que está dirigida hacia ellos. Pensaba yo que quienes no tengan relación alguna con la poesía, tal vez se aburran como un burro. Pero, conjeturas: aparte.

Hay una pequeña gama de personajes que tiene relación rutinaria con Paterson. Cada uno de ellos parece escapado de alguna obra de teatro para darle ¿color? a las horas nocturnas de su tiempo libre. Hay una sencillez decididamente marcada con respecto a esto, y otra vez la cita de la cotidianidad, los temas comunes que usted y yo podríamos conversar con el tipo que nos sirve una cervecita en el bar de la esquina todas las noches, o esas amistades que no son tan frecuentes ni tan amistades. Es echar un vistazo a pequeños submundos.

Un tratado de la soledad acompañada.

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