lunes, 27 de julio de 2015

Deconstruyendo la Filosofía

Darío Sztajnszrajber escribe como habla. Yo he visto un par de temporadas de su ciclo televisivo Mentira la Verdad, y el formato de su Pequeño Tratado sobre la Demolición, libro que acabo de terminar; tiene el formato de su dicción televisiva plasmado casi sonoramente. Uno mientras lee parece estar escuchándolo dentro de su cabeza. Esto me pasó recuerdo con algunos libros de Cortázar, que leí y releí luego de ver la película-documental que hiciera Tristán Bauer y los posteriores audiolibros que bajé y que escuchaba muchas veces nomás saliendo a caminar por la ciudad. Darío tiene una forma de hablar muy peculiar, no por su forma en sí, es decir, todos hablamos peculiarmente; pero cómo marca sus palabras, la entonación de sus oraciones, lo melodioso de sus interrogaciones, etc, etc. Esto y su personal forma de ver a la filosofía, de tratarla y finalmente me atrevo a decir a demolerla......es decir, deconstruirla.



El libro es un viaje en sí, tiene la capacidad de llevarte y transportarte a los lugares que recorre en este viaje. A medida que este viaje sucede, en diferentes escenarios y situaciones, él desarrolla todo su abanico de pensamientos e interrogaciones acerca de esos mismos escenarios y situaciones, profundamente. Filosofía de barrio, de entrecasa, diaria, cotidiana. Una invitación al pensamiento, al desarrollo de nuestros propios pensamientos acerca de nuestros propios escenarios y nuestras propias situaciones. Una invitación a la interrogación perpetua como vínculo hacia el infinito conocimiento, para mantener viva la llama de la curiosidad. Matizado con breves pasajes, anotaciones y luces de los grandes maestros de la filosofía antigua y contemporánea, pequeñas clases; pero deconstruídas también, nada se salva, todo es indagado por la mente, la dicción, la escritura y el pensamiento de Darío, implacable.


A lo largo de los 50 capítulos de duración, el ritmo es vertiginoso; y cada capítulo es un salto hacia vacíos que esconden más capítulos. Es imposible no detenerse a veces a mirar el techo y digerir lentamente las ideas que se plantean a lo largo de cada uno de ellos. Que además, son cortos. No es un libro pesado, de esos que cada tanto animan a abandonarlo; es de esos que se disfrutan, que uno desea que no se termine. Yo, por lo general, suelo tomarme un tiempo largo para leer, no me gusta devorarlos (podría); y además, los períodos entre lectura y lectura me sirven para digerir todo el material leído. Una pausa para pensar lo leído. Darío habla de la muerte, del amor, de todo......del ser. Y de la nada. En un lenguaje ameno, muy amigable, con guiños hacia la argentinidad que lo caracteriza, además. Si se lo encuentran en la librería, llévenselo.

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