martes, 26 de marzo de 2019

Siempre fue así...

A medida que avanza la lectura de sus memorias es imposible no encontrarse con las de uno mismo; de alguna u otra forma, las palabras del Indio —su discurso—tienen un eco (histriónico) que resuena allá en la juventud; hay frases que se las he leído antes, hace más de veinte años atrás. La música de estos tipos, en definitiva, es la banda sonora de la mitad de mi vida y andá a saber de la de cuantos más!. Por momentos se palpa el buen humor del viejito, te hace reír; es agradable de leer.


Si bien aclara de movida —y esto es algo que si no todos lo sabemos lo podemos intuir o comprender perfectamente— la memoria funciona con un mecanismo propio, adosando o estructurando los recuerdos en la medida de que se sostengan a pesar de todo. Los recuerdos son más bien ensoñaciones que uno guarda. Por ello me ha parecido simpática la primera parte, cuando recuerda su infancia y su primer época, chamuya bastante, y queda bastante bien. Sobre todo cuando el que avisa, no traiciona: los recuerdos mienten un poco.

Yo devoraba ávidamente cualquier tipo de publicación donde se pudieran leer los pocos reportajes que daban. De hecho, aún guardo recortes de esas publicaciones, como un tesoro. Pero insisto, leer sus memorias —en tanto y en cuanto los propios calendarios coincidan con esa parte de la historia— implica un ejercicio de la memoria de quien lo lee. Yo los descubrí cuando ya habían editado tres discos y en realidad fue de rebote; antes tuve cassettes de Sumo y a través de ellos llegué a Los Redondos. Viví todos los adolescidos 90 con su música y poesía de fondo. Y en el libro, como no podía ser de otra forma, el Indio se refiere al zeitgeist de ese momento; por lo que evoca todo el tiempo imágenes y recuerdos de aquella maravillosa época, como dije.

La cosa se pone realmente entretenida cuando habla de las canciones, de los discos. Me hubieran gustado más anécdotas, ahora que escribo sobre ello, son fascinantes, por su sencillez dentro del marco idílico que como seguidor uno le dibuja. Nunca se pierde el ritmo, hay un orden y una estrucutura que a Mr.Figueras hay que adjudicarle con aplausos. Fui creando mi propia expectativa mientras más me acercaba a la fecha cuando la banda se separa, confieso que parecía devorar mucho más rápido las páginas. Ese punto del libro es sin dudas el más álgido. Todo lo que vino después (incluída la lectura misma del libro) ha sido una época con mucho más relajo, todos estábamos más grandes y el tipo tuvo por fin la libertad de hacer lo que se le daba el forro de las pelotas sin tener que cosensuar con nadie; claro que víctima de su decrepitud inevitable la mayor parte del tiempo. Pobre, Skay no queda muy bien parado en esta historia, pero es un asunto de ellos; la música no se mancha.

Me gusta el hecho de que dentro del círculo de amistades, el libro los acerca un poco a la lectura.

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